Sylvia y Ted se conocen en una velada literaria en la Universidad de Cambridge, en 1954. Es fácil imaginar el ambiente: tweed, tabaco, golpes glóticos y risas con silenciador, porque un british rompe el spleen con elegante cinismo, nunca con decibelios mediterráneos. La chica yanqui (22 años, del satinado Boston, beca Fullbright para doctorarse...
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