Es una foto de padre e hijo. Fue tomada en 1984 por el patrón de aullidos y desmesura Allen Ginsberg. Aparecen Robert Frank y su primogénito Pablo. En una jugada injusta del destino, pero en este caso quizá inevitable, el chico murió antes que el padre. Pablo, nacido en 1951 y bautizado en honor al celista Pablo Casals, moraba desde adolescente en el terreno ardiente de la esquizofrenia y sufrió un final hospitalario en 1994. Su hermana, Andrea Frank, había encontrado la muerte en un accidente de avión en una zona de húmedo verdor de Guatemala en 1974, a los 21.
Acabas de morir, Robert Frank, con la trágica condición de padre en vida con los dos hijos muertos.Tenías 94 años. Algunos creen que suficientes.
Te considero el fotógrafo más valiente y brillante del siglo XX, es decir, de la historia, y me parece equilibrado que te haya sorprendido el final físico en la lejanía canadiense de Nueva Escocia, en la casucha donde te recluías en los veranos para hacer fotos de sombras y películas de rocas y viento.
Esos productos de baja cultura —un atrevimiento en tiempos de charol y retratos imbéciles de top models— te convertían en un cartógrafo, quizá el último. Preferías tus propios mapas a cualquier otra forma de representación del mundo.
«Una decisión, meto la Leica en el armario. Basta de espiar, de cazar, de atrapar a veces la esencia de lo que es negro, de lo que es blanco, de saber dónde se encuentra el Buen Dios. Ahora me dedico a hacer películas, me dirijo a la gente a través de mi visor», dijiste en 1960, cuando eras el más cotizado de los fotógrafos del mundo y podrías haber tomado el camino fácil de repetirte hasta lo legenario.
Mi copia de tu obra magna, Los americanos, languidece en ese guardamuebles de Madrid que, ahora estoy convencido, nunca vaciaré por mí mismo. Esa verdad me la dictan las señales crecientes de la mala salud, un telégrafo en cuesta abajo… Dicen quienes te vieron haciendo aquel trabajo loco que bailabas sin detenerte a enfocar y encuadrar.
Espérame, viejo, llevaré una de mis cámaras de plástico para bailar contigo.