La llamada de una buena amiga me acaba de traer tu muerte, Pedro.
Silencio el apellido porque tu familia no desea el ruido fúnebre.
Pedro, guitarrista, rocker, humilde, honesto.
Corrí hacia la foto, necesitaba recordarte cuando fuiste héroe y yo un aprendiz con camisa roja: mi mayor valor fue prestarte la americana digna de Eddie Cochran que había comprado en Camden Town y que debí regalarte.
Los chicos de Ponteceso saben cómo hacer de un tupé un breviario de grandeza.
Éramos cuatro, pero elegí tu hombro para apoyarme: estaba claro quién mandaba en aquel grupo para el que, no sé si debo revelarlo sin palidecer de vergüenza, me atreví a escribir y cantar una versión en castellano de Heartbreak Hotel. Queríamos estar estar más cerca de John Cale que de Elvis Presley, vaya petulancia. Al menos tú eras capaz.
Pedro, maldición, por qué te has marchado cuando nos faltaba tanto repertorio. Maldita sea la distancia, maldita mi dejadez por apartarme…
Cierro los ojos: veo la Fender, el tupé, la chaqueta, la prestancia del mejor rocker de Ponteceso… Los elementos componen un altar digno de Graceland.
Maldito sea este tiempo en que los buenos se marchan sin llamar la atención. Deja, amigo, que el mar lleve al salazón eterno tus cenizas de rocker. Compartamos un cigarrillo bajo la lluvia de Galicia.
[No hay signo alguno en el envés de la foto. Puedo asegurar con casi completa certeza que la hizo Xulio Correa en el Pabellón de los Deportes de Riazor, donde tocamos con otros grupos de A Coruña. Nos llamábamos, por mi grandísima culpa, Miedo a la Bomba, otra petulancia. Ellos siguieron y tuvieron el tino de cambiar la marca: Dramáticos. Pedro había tocado el bajo en Metro, uno de los primeros grupos gallegos de los ochenta que renunció al heavy en favor de la melodía y el ritmo]