Pintor de ensoñaciones oscuras, placeres carnales, lujuria, pecado y erotismo feroz, Franz von Stuck (1863-1928) fue una víctima de la pacatería de la corrección y de la sinrazón de las modas. El artista alemán, llamado en vida El Príncipe de la Pintura, fue maestro de Paul Klee y Vasili Kandinsky y practicó, siempre con resultados notables, la arquitectura, el diseño de interiores, el grabado, la escultura y la talla de madera, pero cayó en un pozo de olvido de cuarenta años porque la crítica menos perspicaz consideró inaceptable que sus obras gustaran a Adolf Hitler, a quien, por cierto, nunca conoció Von Stuck y de cuya ideología se mantuvo apartado.
Una segunda razón del estigma irracional sobre este artista de primer nivel tiene que ver con los vaivenes de los gustos. Durante las décadas posteriores a su muerte, tiempos de escombros, reconstrucción y terror nuclear, el exquisito art nouveau o simbolismo donde alguna vez colocaron los catalogadores a Von Stuck ya no tenía sentido. En los años sesenta, con la recuperación de la sensualidad, el renacer de la sensibilidad mística, erótica y onírica y la consolidación de las mujeres como figuras subversivas, todas las miradas regresaron al primer pintor de heroínas femme fatale, devoradoras y libres.
Contra el mal gusto burgués
La pese a todo aún semioculta obra de un artista de enorme influencia —fue cofundador en 1892 de la Münchener Secession (Secesión de Múnich), el movimiento de jóvenes airados que deseaban sacudirse del paternalismo de la protección pública y nobiliaria— regresa a la actualidad con la exposición Sünde und Secession – Franz von Stuck in Wien (Pecado y Secesión: Franz von Stuck en Viena), que hasta el 9 de octubre muestra el museo Belvedere de la capital austriaca, cuna de la otra gran ruptura centroeuropea, aunque posterior en unos años, contra el mal gusto burgués, la Sezessionstil que comandaba otro creador de incandescente carnalidad, Gustav Klimt.
Capaz de condensar la maldad y atractivo de todos los pecados en un solo cuadro, el no por casualidad titulado Die Sünde (El pecado, 1893) —Eva aparece en un sugestivo desnudo en claroscuro, sin pizca de temor por la serpiente enorme que se enrosca en el cuerpo de la mujer y asoma sobre uno de sus hombros, mirando al espectador con el deseo de hipnotizarlo con la tentación irreverente que Eva también refleja en el gesto—. El tema era tan cercano al ideario del pintor que hizo una docena de versiones casi idénticas, una de las cuales está en la exposición de Viena [otro de los pecados fue subastado en 2014 por 965.000 dólares].
Dejar al espectador en la siempre cautivante posición del ‘voyeur’ El pecado personificado en la mujer fatal, una figura simbólica que alcanzó una máxima difusión al final del siglo XIX, es expresado por el artista con una tonalidad muy alejada del academicismo clásico, usando atrevidos contrastes de luz y oscuridad y una clara intención de dejar al espectador en la siempre cautivante posición del voyeur al que agrada contemplar el vicio y la lujuria de los demás sin intervenir en la acción.
Salomé se complace de la decapitación del Bautista
El mismo ideario aparece en Salome (1906), donde aplica un fondo luminiscente a la bailarina bíblica semidesnuda, que se complace de la cabeza decapitada del Bautista, de la que emana un fulgor azulado y que lleva en una bandeja un esclavo africano.
Desde sus primeros pasos, Von Stuck deseó llamar la atención y, al mismo tiempo, reclamar una mirada nueva, con mayor carga de sensualidad, de la mitología, tanto pagana como bíblica. En el temprano óleo Der Wächter des Paradieses (El guardián del Paraíso, 1889) muestra a un ángel radiante y de gran hermosura, con el canon dimensional helénico. La pintura despertó la admiración de Múnich y ganó la medalla de oro de un certamen tutelado por la monarquía bávara y dotado con un premio en metálico de seis mil marcos.
Adoraba a las amazonas
El pintor representó a los mitos griegos —Sísifo alzando la roca monte arriba, el dios Baco en forma de niño cabalgando un leopardo, Hércules combatiendo a la Hidra— y su cohorte de seres fantásticos, con dinámicas y expresivas escenas de luchas entre faunos. Adoraba a las amazonas, a las que dedicó tanto cuadros —quizá el más conocido sea el de la guerrera herida— como el par de esculturas de bronce de mayores dimensiones que firmó, un par de amazonas a caballo, desnudas excepto por el casco que les protege la cabeza y a punto de arrojar una lanza.
La exposición presta especial atención a los grabados del alemán, distribuidos con gran éxito entre el público por la editorial establecida en Viena Gerlach y Schenk. Los organizadores de la muestra anotan que la obra gráfica de Von Stuck tuvo una notable influencia en artistas de la Secesión Vienesa que convirtieron a la ciudad en el gran centro europeo del grabado.
Un universo lleno de secretos inesperados y fascinantes encuentros Desde el Belvedere prometen a los visitantes la imersión en un «universo lleno de secretos inesperados y fascinantes encuentros con criaturas míticas». Las «escandalosas pinturas eróticas» de Von Stuck, sobre todo El pecado, fueron «controvertidas y populares no solo por el tema, sino por cómo influyeron» entre los artistas de su tiempo. En este sentido colocan al simbolista alemán como precursor de la Secesión de Viena y como una gran influencia en Klimt, un año más joven que Von Stuck.
Tallaba e iluminaba los marcos como si fuesen altares
Como gran esteta y amante del buen gusto que predicaba el art nouveau, Von Stuck prestaba gran atención a los marcos, que no eran simplemente un soporte para encuadrar un lienzo, sino que formaban parte de la pintura y la completaban. Depurado ebanista, tallador e iluminador, elaboró verdaderos altares a los que añadía decoración, inscripciones y tallas.
En 1897 el artista contrajo matrimonio con la viuda estadounidense Mary Lindpainter. Diseñó desde los planos de la casa en la que se establecerían, la Villa Stuck, hasta todo el mobiliario y el proyecto de decoración interior. En un libro que se puede consultar en línea pueden verse imágenes de la elegante mansión, que desde 1960 es un museo.
Irrelevante tras la I Guerra Mundial
La enorme popularidad del Principe de la Pintura se apagó con brusquedad. Tras la carnicería de la I Guerra Mundial, su estilo parecía irrelevante. Para empeorar las cosas comenzó a difundirse la idea de que Hitler admirada desde niño a Von Stuck porque exaltaba la masculinidad germánica. Al mismo tiempo se apagaba la llama del simbolismo, el estilo que enalteció la caída y el fracaso, rechazó la realidad, defendió el triunfo de la intuición y el disfrute del delirio de las pasiones.