Enfermo 2018

30/12/2018

Se lee poesía con los nervios (Wallace Stevens)

¿El peor de los años? No es para mí desorbitado otorgar la condición al ya extenuado 2018, enfermo desde la cuna.

Año para asomarme al matadero, dejar huellas sobre el martirio, pensar en alcanzar la muerte por mi propia mano, flotar en el sueño de acabarme, en la única puerta de emergencia…

Derivé, mercader con inútiles cacharros en los arcones, de uno a otro médico: un mareo de especialistas que me sometieron a juicio sumario celebrado en escenarios que parecían dispensarios de discusiones balcánicas.

Primero, la confirmación, desde 2017, de la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica. Estable pero presente ahora en el silbo al inhalar, un odioso chiflo que no me consuela acercándome al ave que pude ser. “¡Sople, más, más, más!”, ordenan los auxiliares clínicos para medir no sé qué cuando me conectan al tubo y el software.

¿Qué otra opción que un código binario para calibrar el aliento?

Cuando me agacho para atar los zapatos atravieso un desfiladero. El fuelle pulmonar suena como la música ambient de la arenilla que cae de lo alto como un eco de sombras.

Los restos de la revuelta contra mí mismo: el síndrome ansioso-depresivo, la superpoblación de quistes renales, el colesterol en alza…

“Vas camino de una muerte prematura”, dijo mi internista. Por miedo a la amenaza dejé de fumar. No esperen la jactancia de los meses sin o el extremismo de algunos exfumadores: todavía añoro la grata intoxicación del tabaco, todavía soy incapaz de imaginarme sin un Camel entre los dedos, inhalante.

En medio de la borrasca físiológica, el asombroso y febril encuentro en mi espalda, entre las vértebras lumbares, de un “tumor”, así lo llamaron en un primer momento, aunque luego redujeron el nominal a “neurinoma”, que, me dijeron, es menos comprometedor, aunque sigue asustando.

Me cortaron con el instrumental preciso, me internaron en un hospital no del todo malo. Mes y medio después, sigo tocado: me canso al caminar, no puedo cargar más de cinco kilogramos, me asaltan dolores en la espalda.

La gran soledad alemana, opuesta a la intimidad de las praderas, las montañas y los océanos, incomunicados pero con posibles abrigos… Esto es un vacío espiritual, repleto de palabras, necedad y cerveza. País inmóvil aunque de ánimo giratorio, país descortés de lengua extrahumana.

—¿Por qué no habla alemán si vive aquí desde hace cinco años?, pregunta el nefrólogo.

—Porque es un idioma feo e inútil ¿Por qué no aprende usted español? Lo hablan muchas más personas que el alemán y tiene mejores escritores desde hace varios siglos, digo para anular tanta jactancia.

Considero suficiente recompensa en el combate contra la velocidad del tiempo recordar cada día una de las palabras que olvido ese mismo día. Por ejemplo, alcachofa. Por ejemplo, acelga. Añoro, por lo visto, la huerta que nunca cultivé.

La oscura mancha orquestal de una sinfonía.

Mi madre (91) neceseita más morfina para combatir el tomento de la artrosis. Mi madre, trabajadora desde la niñez, recibiendo una pensión pública de cuantía blasfema, revirtiendo las tres cuartas partes para que le permitan vivir en la residencia a cambio de estancia en 15 metros que ocupan ella y otra anciana y manutención de pescado áspero y compota de manzanas.

Los familiares no podemos subir a los cuartos-nicho.

Mi madre cantando el bingo, mi madre rezando el rosario.

Sin casa, sin posesiones. Sin fotos enmarcadas siquiera.

Mi madre y mi hermana aventando las cenizas del cadáver de mi padre sin avisarme, sin mencionar el lugar de la costa… La impresión de que tambien tengo la culpa de este cambalache.

Me dejan sin trabajo a un par de años de mi (supuesta) jubilación laboral. Del diario extremista-cristiano, me despiden por teléfono. Los demás, ni eso. Nadie escribe, nadie llama. Los amigos que están en disposición de darme trabajo no visitan la periferia de la periferia.

Empecé cuatro manuscritos con pretensión de libros. Son ahora casas de nadie, como llaman los mafiosos a los lugares que ceden como refugio o escondite a los prófugos.

Vino con el año enfermo mala literatura (la comprobación: “Una noche en el paraíso”, segunda antología de Lucia Berlin, escritora insípida pero un gran negocio al que yo también contribuí), el cine reducido a monumentalidad y en manos de un clan (“Roma” y Netflix, la escolanía con lista de espera y genuflexión: aún no he asistido al ceremonial colectivo y veré la película pirateada, ilegal), la dictadura musical del autotune (Cardi B) o el empaquetado revolucionario de un producto de baratillo (Rosalía) que hasta ayer se vendería en los expositores giratorios de las gasolineras…

Unos pocos rellanos: las bulerías siempre presentes de José; los cuentos malencarados de Hebe Uhart, cuya muerte me acercó a un universo de árboles secos como el humor de algunos campesinos que, pese al rictus, llevan la sangre cargada de zumba; un par de libros de la australiana Helen Garner, periodista y narradora, áspera y precisa…

Los media hincados de rodillas frente a los altares, escribiendo en Twitter porque la vida es un chiste y, sí, wow, somos más cínicos que nunca, sabemos mucho pero en corto. Desaparecemos como especie pero somos peligrosos redactando titulares, pregonando la jocosidad, reclamando la república —sin detenernos en la intrínseca burrez de la democracia—, cagándonos en dios —sin precisar en cuál de los miles que avizoraban los indígenas, elegantes como para no atreverse a llegar a las heces con ninguno—…

Nunca supe qué hacer con los brazos y las piernas cuando no estoy utilizándolos. No puedo soportar a las personas verbales.

No me gusta gimotear, lo juro, comisario. Le contaré un chiste: agradezco la precoz llegada de la decrepitud. Escuche: mostaza, berenjena, calabacín…

[Después de lo escrito queda lo valioso: los míos. En este imperativo terreno de cultivo moran, sin discusión ni adjetivos válidos, mis poetas de vida]

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5 Responses to Enfermo 2018

  1. […] mentido. En la publicación de ayer detestaba la música de […]

  2. lattigo on 23/01/2019 at 10:18

    Me afecta tu carta. Como un grito desesperado.

    • j.a.g. on 23/01/2019 at 10:30

      Me gustaría poder dibujar 2018 con tono menos sombrío, ya lo puedes imaginar… Te agradezco la emoción. No sufras, asumo que debo recorrer este camino.

  3. Margo on 29/01/2019 at 11:35

    El 2018 fue todo sacudidas, desaires, desgaste. Describes escribes tan bien que duele, voy a leerte, cuando aprietan las tuercas salen muchas verdades, bien de conocernos.

    • j.a.g. on 29/01/2019 at 11:42

      Muchas gracias e igualmente.

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