"Libro del Desasosiego"
Intento dirimir sin enloquecer una disyuntiva que a nadie deseo: decidir qué libros llevo conmigo en la emigración transcontinental del próximo 2 de marzo.
Los límites de peso de la aerolínea y la duración indeterminada de la estancia (imploro que sea más larga que corta) me obligan a dejar atrás casi toda las posesiones decorativas. Los libros lo son: si están adentro, amarrados como anacondas, ¿para qué los quieres afuera?.
Pero me conozco. No es antojadizo -aunque sí tiene algo de neurótico- el paisaje de mi vida: montañas de libros me secundan, torres de letras velan mi lado de la cama.
Cuando me embiste el insomnio, que no es más que una forma civilizada del miedo a la muerte que todo sueño lleva implícito, salgo hacia el salón para registrar los estantes y sus alborotos en busca de un compañero, o varios, de travesía.
Luego soy incapaz, durante días, semanas o meses de apartarlo. Allí queda, en una de las torres, elegante y silencioso.
Ahora debo elegir y condenar. La proporción es tan injusta (pueden emigrar conmigo, digamos, cinco libros; centenares se quedan en el guardamuebles) que he pensado en elegir a ciegas, con la simple inocencia del tacto, pero no me atreveré. En el bosque siempre prefieres una sombra a todas las demás.
Tengo claro que llevaré conmigo El libro del desasosiego, de Fernando Pessoa. No puedo vivir sin él. Quizá también me acompañen los poemas de Paul Celan para quemarme con la lumbre de su hermosa intransigencia, algún librito de Borges, una novela de Roberto Bolaño (gran disyuntiva, ¿Los detectives salvajes o 2666?), algo de Kafka, la Biblia…
¿Y Rulfo, Trakl, Handke, Cortázar? ¿YDostoievski?
Ni uno sólo de mis adorados estadounidenses, claro. Estaré allí, en su tierra, pienso. Podrás leer en inglés a David Foster Wallace, Herman Melville, Cormac McCarthy, Carson McCullers, Flannery O’Connor, J.M. Coetzee… A todos ellos, me digo.
Sin embargo, no hay consuelo. ¿Puede un hombre dormir en paz con torres invisibles de libros lejanos en su lado de la cama?
Elijas lo que elijas siempre echarás en falta lo que podías haber escogido en su lugar, así que siempre vas a elegir bien ;-).
Con ‘El libro del desasosiego’ irás protegido, es como un talismán, también como un salvoconducto. Mi edición es aquella de Seix Barral, parece que el tiempo ha pasado más por ella que por mí. Hace mucho que no lo hojeo…
Yo también soy de los que apilo en la mesilla y en otra mesita, para desespero de uno que no soporta que haga eso :). Bueno, cada uno elige sus compañeros de viaje…
Mucha suerte en la elección.
Un abrazo.
Ya sé, David. No hay modo de dar en el clavo y me sentiré muy solo y muchas veces.
Yo también tengo la edición del desasosiego de Seix Barral, fue la primera en España, pero la de Acantilado es mucho mejor y no tuve otra que comprarla. Todo por Don Fernando.
Muchas veces -perdí la cuenta- pasé por la misma disyuntiva… y nunca fue suficiente, nunca lo es. Pero vas encontrándolos de alguna forma de nuevo, una y otra vez, aquellos que siempre vuelven, los pocos que al final son los que siempre te acompañan. Y al volver a marchar, muchas veces en mi caso, los regalo siempre, para volver a empezar. Pierdo mis notas, pero como me encanta comprar en librerías de viejo, encuentro las de otros… Los imprescindibles, como bien dices, están ya amarrados a ti. Una de esos, que es inmenso, ahora duerme aquí debajo, en mi trastero chileno… se me adhirió de tal forma, que ya no soporto verlo en letras impresas… más sutil está en mi alma.
Lo explicas con menos palabras y más precisión que yo: los libros que no soportas ver en letras impresas, esos son ‘los libros’. Un beso, Mónica.
[…] entender porque revoloteabas, mariposa encendida, cuando en nuestra Lisboa intenté leer para ti el Libro del desasosiego, la única guía […]
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