David Bowie – Foto Brian Duffy
¿Acaso no son doce las horas del día?
El que camina de día no tropieza,
porque ve la luz de este mundo
en cambio, el que camina de noche tropieza,
porque la luz no está en él
Evangelio según San Juan 11.10
Hola Duque,
Te has marchado con paso bíblico. No compartiste que Blackstar, el disco aún caliente, predecía una muerte que, acaso por vulgar —cáncer, el cuerpo de Cristo de nuestro tiempo—, ocultaste con tanta elegancia como desdén hacia los demás, quienes jamás podremos igualar el trayecto de tu epifanía, compartir la humedad grasienta de tu celda, las gasas que te esposaban las articulaciones…
¿Qué hago ahora con los 47 años de acuerdo bilateral? Nos conocimos en 1969, merecía una alerta, un gesto, una prescripción. Sería tu espejo: tragaría en simetría los preparados antineoplásticos que te administraron.
Ardí en cada uno de tus incendios, quebré cada norma que señalaste, me enamoré de la osamenta de tu belleza. Merecía algo más.
No me dejas ni la turística posibilidad del idiota peregrinaje hacia el apartamento de la Hauptstraße 155, los estudios Hansa, el bar Anderes Ufer…, tu otra orilla de los años berlineses, cuando más cerca te presentí en hielo y fuego. Ir a partir de ahora a esos decorados exigiría lágrimas, velos, ceniza en la frente… Me enseñaste a practicar la sugerencia, no el ridículo.
Te fuiste como Lázaro y me dejaste el sudario con los epigramas rubicundos de la sangre: love is lost and lost is love.
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