Paul Bowles murió en su cama en 1999 fumando incesantes cigarrillos de kif, refrescándose con vasos de té con menta y soñando que paseaba por las implacables callejuelas de Tánger, la ciudad en la que residió las cuatro quintas partes de su vida. El 30 de diciembre se cumplieron cien años del nacimiento del...
más»