Mi abuela Vicenta Grove obraba el prodigio de la apicultura kamikaze. Accedía a las colmenas al desnudo, sin guantes, ahumadores, trajes de mameluco o máscaras de rejilla, convencida de que las abejas la reconocerían como amiga. Así sucedía: los antófilos —término científico cuya traducción del griego, “que aman a las flores”, parece un mal...
más»