A diferencia de los demás animales, los humanos necesitamos un propósito y el mío fue, durante un tiempo, completar los atardeceres atlánticos con los del Pacífico. Como en muchos asuntos, también en la calidad de estos últimos padecía de confusión: los imaginaba plácidos cuando, como comprobé al vivir en San Francisco, son de ventosa...
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