Yo era el muchacho sin sombra
de sangre espesa se mantenían mis lágrimas
ejercitaba gustos fugitivos y movimientos de pértiga
disfrutando de llagas abiertas ante el Gólgota de los espejos
Yo era, como tantos otros, un potrillo maniatado
por el encaje de quimeras y danzas rústicas
de cabellos agotados por el picante aroma
concentrado en el sudor de los muchachos
El azul que ahora hierve en la roca viva de esta noche
digna del escalofrío y el musgo
de angustura y cigarrillos
de canciones bajo el agua
este azul
es el color heráldico de
una procesión vencida