En Clement, una calle trazada de este a oeste, es decir, en paralelo al recorrido solar, se puede pasear de la única forma que vale la pena hacerlo, sin prisa. La calle, flanqueada por casas de dos alturas sin demasiado mérito arquitectónico pero con cierto equilibrio, tiene buenos lugares para el goce (tortitas con blueberries en el Eats, de las mejores de la ciudad; ensalada de hojas de té en el Burma Superstar; pasteles en Schubert’s; libros de segunda mano en Green Apple Books), para el exotismo y los choques sensitivos fuertes (un caótico supermercado chino donde el visitante puede sentirse transportado a Cantón) o incluso para los interrogantes (¿qué hacen con los caballitos de mar secos?)…