Thou art a soul in bliss; but I am bound
Upon a wheel of fire
William Shakespeare, «King Lear»
Sólo me interesan los personajes secundarios y un objeto. Sólo me interesan un perro y dos habitaciones. Sólo me interesa la utopía, la tontería trascendente. Sólo me interesan tres muertes. Una o dos nunca son bastante.
Los personajes secundarios son un loco, un escultor y dos místicos de Bengala. El objeto es una grabadora Uher de bobinas, un aparato bastante simple. El perro era un lanas, un poodle agradable, feliz y vivo.
Las estancias, las habitaciones: en un principio, la Habitación Roja; después, un sótano. La primera ya no estaba pintada de rojo cuando sucedió la historia, pero alguna vez lo había estado.
El perro, lo había olvidado, se llamaba Hamlet.
El escultor era Clarence Schmidt. Tenía 31 años en febrero de 1928, cuando se estableció en el monte Ohayo, en una pequeña parcela que había recibido como herencia. En esas mismas fechas el Tamesís se desbordó y ahogó a 14 londinenses.
Pero esto no es música inglesa, damita errante, es música americana de los montes Catskills, donde durmió hasta el olvido Rip Wan Winkle y los nativos emplean el verbo considering como justificación para perder el tiempo.
Y, por lo demás, no estamos en 1928, tiempo de hambre y de artistas del hambre, sino casi cuarenta años más tarde, en el centelleo de oráculos y drogas de 1967, año afilado, año de batir palmas y sacar navajas.
La dirección postal de la casa del sótano es: 2188 Stoll Road con Parnassus Lane, West Saugerties, estado de Nueva York. La dirección oral es: “Big Pink, una casa pintada del color de los batidos de fresa”. Pocos sabrán precisar la localización. Tendrán que considerarlo unos minutos.
Clarence Schmidt odiaba la arquitectura porque había practicado la arquitectura y nunca quieres lo que tienes.
En la lengua antigua, las montañas eran mencionadas como Kaatsberg y contempladas como la morada de un espíritu femenino que cerraba las puertas del día y soplaba nubes de tinta sobre los valles.
La Habitación Roja era una de las once estancias de la casa llamada Hi Lo Ha, en Camelot Road, una carretera desterrada que no aparece en los mapas de Bearsville, también en el estado de Nueva York.
El arquitecto Schmidt reunió chapas, maderas y piezas de accidentes, trabó cristales rotos con brea y creosota, ensambló la vida con el espejismo hasta que el arquitecto rompió con la arquitectura y construyó The House of Mirrors, forrada de aluminio.
Algunos comentaron:
Parece un burdel japonés, uno de esos lugares donde las geishas te lavan los pies.
Todo esto sucedía en una misma pieza de mundo, bajo el algoldón cardado de las nubes de verano, ligeras como telas de araña, coronando de gris las Catskills en 1967.
Hi Lo Ha, Big Pink y The House of Mirrors formaban un círculo metafísico de 30 kilómetros de radio.
El propietario de Hi Lo Ha se llamaba Bob Dylan. La casa fue la primera compra seria de su vida. Pagó 12.000 dólares, una ganga. La compró mientras grababa un vals titulado Like a rolling stone durante un sueño de opio en el cual se dejaba arrastrar por una plomada de albañil atada a sus dientes y terminaba danzando con peces abisales con osamenta de color mercurio.
En la casa-batido-de-fresa vivían como inquilinos tres canadienses: Richard Manuel, Rick Danko y Garth Hudson. Pagaban de alquiler 250 dólares al mes. Su otro compañero, Robbie Roberston, residía en otra vivienda no muy lejana: prefería dormir a solas con su novia Dominique.
Todos ellos vestían como sus abuelos.
Tras el sueño del opio, Bob Dylan despertó con hambre de pan y ganas de volver a cantar sin desperdiciar el lenguaje, sin desperdiciar el aliento. Acudió a pedir en matrimonio a la Señorita Escueta. Aún está casado con ella y no se lo perdonan porque, es cosa común, Lewis Carrol siempre tuvo más predicamento que Mark Twain entre los púberes.
A veces subían a The House of Mirrors y bebían sidra con Schimdt. Incluso Hamlet bebía sidra.
If dogs run free, then why not we?
Hacia el otoño de 1967 se les unió Levon Helm, que cantaba como un soldado agonizante en las trincheras y tocaba la batería con el cuello torcido y el ceño de un hombre enfermo.
The House of Mirrors contenía su propio fuego. La creosota, recalentada por el aluminio, se incendió en julio y la ceniza subió a las cumbres escribiendo letras de niño en una pizarra. Nada quedó en pie.
La grabadora Uher tenía cuatro entradas, dos por canal, y admitía, por tanto, cuatro micrófonos. Utilizaban unos Neumann decentes, alquilados a Peter, Paul & Mary.
Hudson se encargaba de encender y apagar. Play, record, stop: no hacen falta más vasos para la fiesta.
Dylan llevaba a Hamlet a las grabaciones. Cuando el perro posaba con sombrero de caza-recompensas para el fotógrafo Elliot Landy, Danko se partía de risa y Dylan le regaló a Hamlet. Él tenía otro perro guardían, Buster, un San Bernardo indomable que odiaba a los matados que llegaban a Hi Lo Ha buscando llenar el tanque vacío de sus almas.
Schimdt construyó otra casa, Mark II, a partir de una autocaravana, que también aluminizó. La construcción, como si el fuego caminase de la mano de ave fénix del arquitecto que no quería ser arquitecto, también se incendiaría, en 1971. Esta vez hubo un orígen intencionado y Schmidt, deshecho, regresó a Nueva York.
En la casa de Dylan había un mesa de billar, una piscina, una copia de su película favorita, Tirez sur le pianiste (Disparad sobre el pianista. François Truffaut, 1960); una Biblia siempre abierta sobre un atril de madera negra y las obras completas de Shakespeare. Copiaba de la una y las otras para escribir canciones.
La película de Truffaut está basada en un relato del autor de hard-boiled David Goodis, que fue periodista, renunció al periodismo, vivió sólo y murió a los 49 años. Combatía el insomnio paseando toda la noche por las calles de Nueva York y escribió 19 novelas con el mismo ritmo: desesperación, inseguridad, claustrofobía y tormentos sexuales. Había muerto, tan desgraciado como sus personajes, sólo unos meses antes, en enero de 1967, pero Dylan no sabía eso. Tampoco que uno de los primos de Goodis se llamaba Morris Beck.
Otras dos muertes separadas por ocho meses con fidelidad de plomada. El 3 de octubre de 1967, en el hospital Creedmoor de Queens-Nueva York, dejó de sufrir Woody Guthrie después de caminar por espinas durante tres décadas. La bendición, el resguardo, la versión original de Bob Dylan.
El 5 de junio del año siguiente, a Abbe Zimmerman (56 años) lo mata un infarto en su casa de Hibbing (Minnesota). Bob Dylan vuela sin compañía a la tierra natal, vela el cadáver en la funeraria Dougherty, acompaña al cortejo hasta el cementerio judío de Duluth… Ante la tumba de su versión original, Bob Dylan se derrumbó.
A Hi Lo Ha llegaban turbas de peregrinos: niñas mustias, adoratrices sin moral, taladradores greñudos, lectores retorcidos de Hesse y Zoroastro, pánfilos comedores de flor de loto, mujeres con sombrero de pantera y dientes de plástico, familias de adoradores de las runas, conspiradores del novilunio… Morris Peck era uno de ellos.
El loco, Morris Peck, había nacido en 1940 en la base aérea de Eglin, en Pensacola (Florida). Su padre era coronel de aviación. Morris emigró al oeste en 1966, deambuló por la Baja California, se unió a una liga de troskistas, aprendió a tocar la guitarra y experimentó la vida en común en una colectividad cristiana. En enero de 1967 comenzó a sufrir alucinaciones y estados de catatonia. Fue internado en un hospital y sometido a medicación anti sicótica. Se fugó a los dos meses. Dejo dos preguntas, escritas con heces, en la pared de la enfermería:
¿Cómo duermes, Zimmy?, ¿qué animal te puebla?
A Clarence Scmidt le fue muy mal en Nueva York. No intentó ponerse en contacto con su familia, ni con las personas que le habían tratado. Se conformaba con dormir en portales, mendigar y dibujar en las aceras. En ocasiones, robaba. Sobre todo objetos inútiles como piezas de cubertería y cajas de chicle que luego intentaba vender a los transeuntes con un reclamo:
Puede construir con esto una casa.
Dos secundarios más: los hermanos Purna y Lakhsman Das, dos bauls de Bengala, un par de músicos místicos que se alojaron en la zona durante unas semanas. Ambos aparecen –junto a Dylan y un anciano que no pasado a la historia- en la foto en blanco y negro que sirve de portada al disco John Wesley Harding, grabado unos meses después.
Morris Beck se coló tres veces en Hi Lo Ha. Las dos primeras fueron tímidas incursiones en el jardín. Era uno de tantos y no le dieron importancia.
La palabra sánscrita baul contiene tres raíces: betul (fuera de ritmo), vayu (aliento) y âuliyâ (santidad). Los baul, asentados en Bengala –hoy Bangladesh– son de religión indistinta, musulmana o hindú. Forman una tribu extra tribal que utiliza la poesía, la danza y la música, desde el siglo XIII, como camino de iluminación. No tienen residencia fija y sólo admiten como posesión sus vestidos e instrumentos. Son nómadas, tocan de aldea en aldea hasta la muerte. Lo suyo es una gira de nunca acabar.
Un día, al despertarse, Bob Dylan y su mujer, Sara, encontraron a Morris Beck observándoles en silencio, sentado en el suelo de la habitación. El sheriff detuvo al intruso, que no opuso resistencia. En su chaqueta encontraron un cuaderno con esta nota carente de signos de puntuación o mayúsculas:
sólo amanece el día para el que estamos despiertos vivir ardiendo y no sentir la quemadura alguien está por tocar la puerta cuando el león come hierba seca el sol poniente es la aureola de un santo la espada está bruñida para ponerla en manos del matador nos iremos como el languidecer de un enfermo soplaremos una sola vez los estados del ánimo nacidos del fuego no desaparecen las ofrendas de una madre deben ser mancilladas por el hijo por encima de las estrellas alzaremos nuestro trono por un mechón de sus cabellos un pequeño mechón robado sólo quedaran unos pocos evadidos para sacar de la casa los huesos ni siquiera la tierra más recta oculta las manchas del pecado la juventud es una devastación que no sospechas mina de sal guarida de animal salgan de aquí quienes nos vendieron a las tinieblas ninguna mano es demasiado corta para el rescate a las bestias te entregaré como pasto no serás recogido ni enterrado daremos la ciudad a los enemigos, casaremos a tus hijas con sus abuelos trocaré en duelo tu fiesta ararán los bueyes el mar un duelo de hijo único lengua embustera que su brazo se seque del todo y del todo se oscurezca su ojo haré que te pateen como el lodo de las calles sólo amanecerá sólo amanecerá sólo amanecerá el tiempo de llorar
En la nota de Beck un perito de la Policía encontró 61 referencias bíblicas.
John Wesley Harding no tiene la velocidad, en ocasiones grotesca, de Highway 61 revisited; ni el ormanetado simbolismo de Blonde on blonde, pero figura como el disco más hondo de Bob Dylan, el de poética más acabada. Es un disco sin espacios vacíos.
En las canciones de John Wesley Harding hay 61 referencias bíblicas.
:::
Clarence Schmidt fue recogido de la calle por la asistencia social. Le trasladaron a un hospital donde le diagnosticaron una diabetes severa. Mostraba también síntomas de demencia. Murió en un albergue de caridad de Kensington en 1978. Los escasos restos de The House of Mirrors y Mark II que habían sobrevivido al fuego fueron pastos del pillaje. Sólo se conservan unas docenas de fotografías.
Richard Manuel, Rick Danko, Robbie Robertson y Levon Helm formaron The Band, el grupo que reinventó el rock and roll. Acabaron peleados, litigando en los tribunales, hablando pestes unos de los otros.
El perro Hamlet fue abandonado por Rick Danko cuando éste dejó la zona de Woostock. Unos vecinos se hicieron cargo del animal, pero el poodle murió a los pocos meses.
Rick Danko sufrió un accidente de tráfico en 1968. Padeció un abusivo dolor de espalda durante el resto de su vida. Sólo se sentía en paz cuando se picaba heroína. Murió el 10 de diciembre de 1999 mientras dormía, a los 56 años. Tres días antes había cantado por última vez en un pequeño bar medio vacío de Ann Arbor (Michigan). Sus última palabras al público fueron:
Estoy aquí para vender mi nuevo disco. Espero que compréis una copia en el puesto de la entrada.
Richard Manuel se ahorcó en un motel de Winter Park (Florida) el 4 de marzo de 1986. Vivía en la depresión, era alcohólico y consumidor de heroína.
Garth Hudson edita discos melindrosos con su mujer, Maud. Vendió la grabadora Uher a la corporación que gestiona los Hard Rock Café.
Robbie Robertson se dedicó a las bandas sonoras, a la exploración etnográfica de sus orígenes mohawk y a cultivar las apariencias en las fiestas de clase alta.
Levon Helm ha superado un cáncer, grabado unos cuantos discos y apoyado las guerras de castigo de George W. Bush.
Si intentas comprar algo de David Goodis en un gran almacén no encontrarás ni un sólo libro.
Los bauls siguen fatigando los caminos de la India, Pakistán y Bangladesh.
Bob Dylan también es un baul y morirá tocando.
Morris Peck, internado en un manicomio de Nueva York, dijo en julio de 2005 a un equipo de televisión:
El pastor inútil caerá el año próximo.
En la Habitación Roja y el sótano, entre enero y otoño de 1967, Dylan, Danko, Manuel, Robberston, Helm y Hudson, grabaron 103 canciones que nunca han sido editadas en su forma original. Sólo pueden escucharse en ediciones pirata de sonido plano y poco profundo. Son cantos marinos, baladas de lagrimeo, cuentos morales, lamentos gospel y sumisiones. Demuestran que la telepatía existe, que las ventanas deben estar abiertas, que los abuelos son superiores a los nietos, que la serenidad puede ser un ladrido…
Una de ellas, la mejor canción de Bob Dylan, dice:
No I don’t belong to her
I don’t belong to anybody
She’s my prize forsaken angel
But she don’t care she cries
She’s a lone-hearted mystic and she can carry onWhen I’m there, she’s all right
But she’s not when I’m gone
Heaven knows that the answer she’s don’t call in no one
She’s a wave, a sailing beautiful she’s mine for the one
Hicieron una pésima película sobre la canción.
:::
En esta entrada hay 61 referencias bíblicas. Considéralo.
61? Voy a tener que hacer como Cave: aprenderme la Biblia.
Me ha encantado.
[…] sobre The Basement Tapes, la conjunción, el […]
[…] The Basement Tapes, lo sé, fue grabado en 1967, pero lo editaron ocho años después. En una y otra fecha es un milagro. […]
[…] Considéralo […]
[…] empírica que las sesiones del bluesman Robert Johnson en el Gunter Hotel texano en 1936 o The Basement Tapes de Bob Dylan & The Band de 1967. Veneno —grupo y disco fueron tocayos— grabaron 36 minutos […]
[…] se menciona el impacto sobre Harrison de Bob Dylan y The Band, a quienes visitó en el retiro montañoso de West Saugerties. Regresó convencido de que era […]