Sylvia y Ted

06/02/2011
Sylvia Plath y Ted Hughes (Boston, 1958. Foto: The New York Times)

Sylvia Plath y Ted Hughes (Boston, 1958. Foto: The New York Times)

Sylvia y Ted se conocen en una velada literaria en la Universidad de Cambridge, en 1954.

Es fácil imaginar el ambiente: tweed, tabaco, golpes glóticos y risas con silenciador, porque un british rompe el spleen con elegante cinismo, nunca con decibelios mediterráneos.

La chica yanqui (22 años, del satinado Boston, beca Fullbright para doctorarse en Cambridge) brilla en la reunión. No es sólo la sonrisa cósmica, sino que resulta «bloody brilliant» como poeta e intelectual.

Está a punto de terminar una tesis con un título que parece un dictamen adivinatorio: El espejo mágico: Un estudio sobre el doble en dos novelas de Dostoievski.

Ted, dos años mayor, es uno de esos ingleses cuya melancolía se adivina en la estatura y el pelo levemente (sólo levamente) desordenado. Escribe poemas cargados de adjetivos tan feroces que podrían tambalear a un imperio. Es un decir.

Magnetismo letal. Ella, que también es poeta (más fogosa que él), desea hablar con Ted. Él se deja. No es necesario anotar que la pareja hace suspirar a los dioses.

El primer beso lo ejecuta Ted. Ella responde con un mordisco en la mejilla del hombre. A él le gustan la tibieza y lentitud de su propia sangre.

El noviazgo es de poemas cruzados. En junio de 1956 se casan en Londres. Viven en Boston un tiempo y luego regresan a Londres.

En abril de 1960 nace su primer hijo, la niña Frieda.

En octubre, Sylvia publica su primer libro, El Coloso. Uno de los poemas dice:

Nunca podré reunirte íntegramente,
Juntar, pegar, articular como corresponde.
Rebuznos de mula, gruñidos de cerdo, obscenos graznidos
Provienen de tus grandes labios.

En febrero de 1961, un aborto. En enero de 1962, el segundo hijo, Nicholas.

La pareja veranea en Benidorm, que todavía es un pueblo dedicado a la pesca.

Dos años después, Sylvia se suicida tras dar el desayuno a los críos.

Ted se casa con otra mujer, Assia Wevill, que seis años más tarde también se suicida tras matar a la hija de ambos, Shura (4 años).

Ted sólo logra escribir con limpieza sobre Sylvia con el paso de los años:

El tupé a lo Veronica Lake. No te escondía.
Resaltaba lo rubio. Y tu sonrisita
Tu exagerada sonrisa americana
ante las cámaras, los jueces, los amedrentados, los extraños…

Ted siente el latido del mordisco en la mejilla durante el resto de sus días.

El año pasado encontraron un poema inédito de Ted sobre el suicido de Sylvia:

La última vez que te vi viva
echando al fuego la última carta a mí dirigida… con aquella enigmática sonrisa
como si hubieras querido dar a entender algo
[tachón] muy distinto

Ted y Sylvia

Sylvia Plath y  Ted Hughes hablan sobre su relación, cómo se conocieron y casaron. (Fuente: British Library/BBC)

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