Soberanos del rock and roll

04/06/2013
J.M. Barrie

J.M. Barrie

Otorgo al Peter Pan de James Matthew Barrie el trono de indiscutible soberano del rock and roll.

Barrie hablaba en voz baja, tal vez porque era tan de corta estatura como yo o acaso porque tampoco quería crecer y concebía el cielo como una reserva para los sueños y no la razón.

Vivió emocionalmente doblado por la muerte de su hermano mayor (en esa contingencia también nos parecemos) y dedicó su libro magno, Peter y Wendy a sus mejores amigos, los cinco hermanos Davies, cuatro de los cuales no quisieron crecer: se suicidaron.

Anoche, cuando ya te había vencido el sueño y soplabas la brisa de Neverland sobre mi hombro, subrayé una frase de Pessoa, al que no quisiste entender porque revoloteabas, mariposa encendida, cuando en nuestra Lisboa intenté leer para ti el Libro del desasosiego, la única guía posible:

Todos tenemos dos vidas: la verdadera, esa que soñamos en la infancia, y la falsa, esa que vivimos en convivencia con los otros.

Así veo a mis ángeles del rock (Gram, Nick, Tim, Richard, ya sabes, todos ellos, también el desgarrado Elliott que se marchó acuchillándose), presentes y ausentes, ambas condiciones a la vez, en las ciudades de los hombres, no fundadas para la inocencia, sino para el disimulo y la malicia.

Niños, son niños a quienes el amor y el mundo dan la espalda, príncipes demasiado queridos por los dioses: la luz por la cual caminamos, la puerta abierta a dos mundos; la gran sorpresa de susurrar, renunciando al grito, y ser entendido; el asombro de saberse desnudo y no desear ropaje, zapatos, miseria mundana; el anillo dorado en la lengua: creer sin hablar…

No muy lejos de Lisboa, en la costa rota del Atlántico en Cascais, existe un agujero en las rocas donde, según una de esas guías para turistas que quieren leer antes de saber, “el océano se precipita mugiendo”: lo llaman Boca do Inferno.

En una ocasión, hace ya muchos años, cuando yo era más viejo que ahora, me asomé a esos labios infernales: en la visión que entreví abajo, sin vértigo, porque sólo me asustan las escaleras y las sillas, había una niña, había un niño, había un parque con un columpio, había una cabaña de luz pertinaz, había un cuerpo dibujado por otro cuerpo, había lealtad con arándanos, justo como el soplo de tu aliento en mi hombro cada noche cada noche cada noche cada noche o, como diría el bajito Barrie, “directo a la mañana” o, como diría el niño Fernando en el texto más bello nunca escrito (Tabacaria, ¿recuerdas?, te lo leí por teléfono cuando éramos más viejos que ahora):

Come chocolates, pequena;
Come chocolates!
Olha que não há mais metafísica no mundo senão chocolates.
Olha que as religões todas não ensinam mais que a confeitaria.
Come, pequena suja, come!

Michael Davies vestido como Peter Pan luchando con J M Barrie, 1906

Michael Davies, vestido como Peter Pan, luchando con J M Barrie, 1906

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