Fotos de pasaporte para refugiados sirios

05/06/2013
Talim © Kalspeh Lathigra

Talim © Kalpesh Lathigra

El gesto de Talim contiene toda la zozobra del mundo, un semblante de recelo y confusión que no merece ningún niño de 5 años. Las cuatro fotos idénticas, símbolos de normalidad administrativa y prueba de identidad en cualquier país del mundo, son en el caso de este chico sirio algo más que una prueba de vida. Las imágenes y la camiseta de chillón color amarillo que le han regalado en el campo de refugiados son son únicas posesiones materiales. Ahora tiene una foto. Todo lo demás lo quemó la guerra.

Sentimientos parecidos brotan de la contemplación de cualquiera de las fotos de la serie Zaatari – Syrian Refugees (Zaatari – Refugiados sirios), una colección de imágenes sin ningún anhelo estético o pretensión formal del fotoperiodista Kalpesh Lathigra (Londres, 1971). Son fotos crudísimas y, al mismo tiempo, de una conmovedora y elocuente inocencia, realizadas con una vieja cámara Polaroid de estudio que hace cuatro imágenes iguales en cada disparo.

El reportero eligió uno de los artilugios más básicos de fotografía, ante el que todos alguna vez hemos posado con la normalidad de lo cotidiano antes de obtener un documento de identidad o un pasaporte, para retratar a algunos de los casi 200.000 refugiados que viven en el campo de Zaatari, al norte de Jordania y a pocos kilómetros de la frontera con Siria, país donde se registra desde 2011 una guerra desalmada —la ONU acaba de confirmar el uso de gases nerviosos y otras formas «brutales» de ataque— en la que han muerto entre 70.000 y 100.000 personas.

Las fotos de Lathigra, un reportero que ha retratado el entrenamiento de los soldados de élite del Reino Unido y mordido el polvo de las trincheras de la guerra de Afganistán, tienen el poder radiográfico de mostrar lo que está más allá de la simpleza de una instantánea de carné. Tuvo la idea de trasladarse al marasmo de luto y tristeza de Zaatari para hacer fotos de pasaporte cuando volvió a ver las fotos que había hecho unos meses antes a su hija Maya con una cámara Polaroid para una gestión administrativa.

«Las imágenes se habían dañado y el papel se había pelado, quizá porque no habíamos dejado que se secase del todo. Había muchas connotaciones: la pérdida de identidad, la pregunta de quíen era esa persona, la destrucción de la imagen… En lo que respecta a los refugiados me pregunté hasta qué punto una imagen básica nos une al mundo», dice el reportero.

«He visto cosas inexplicables… He visto a un ser humano con la mitad de la cara destrozada por un francotirador«, dice Ahmed (42 años) en el testimonio que Lathigra incrusta en las características del fichero digital de cada imagen. «El peor de mis temores era ver el miedo que padecían mis hijos», añade el hombre, que lo dejó todo para montarse de madrugada en un autobús con los cuatro niños y después caminar campo a través durante cuatro horas para cruzar la frontera eludiendo los controles militares de los bandos enfrentados en la guerra siria.

La familia vive desde agosto de 2012 en una cabina de obra instalada en Zaatari, el campo gestionado por la ONU y administrado por una entidad jordana, la  Jordanian Hashemite Charity Organization. Había sido creado un mes antes de la llegada de Ahmed ante la avalancha de refugiados que huían del país donde varios bandos se enfrentan por el poder.

«Lo último que me imaginaba es tener que dejar mi país, pero no podía arriesgar a mis hijos, que fuesen secuestrados o asesinados y las mujeres violadas», señala Mohammed (53), padre de tres hijos y exbombero en Siria, quien considera el campo de refugiados «como una prisión donde no tenemos nada». Cuando le preguntan si desea volver no duda en afirmar que desde luego, pero matiza: «Cada día soy más pesimista. Mi país tiene demasiados problemas».

Miriam, madre de cuatro hijos y casada con un taxista que se ha quedado en Siria, tampoco está a gusto. «Llegamos con la ropa que llevábamos puesta y seguimos con ella. Nuestra situación es trágica e inestable. Necesitamos de todo porque no tenemos nada»

Yasmin © Kalspeh Lathigra

Yasmin © Kalpeshh Lathigra

[Escrito para Artrend – 20 minutos]

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