Cuando era chico mis padres me compraron dos libros de jocosidad adiposa. Venían enlomados en polipiel de razonable color esperma: el Decamerón, del italiano Bocaccio, y Los cuentos de Cantebury, que escribió, con el anterior en el atril para echar un ojo y hacer corta y pega, el inglés hijo y nieto de vinateros...
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