La Misión. El nombre tiene raíz religiosa y una etimología militar que turba la paciencia. También marean la convivencia antinatural de lo fancy-hipster, los migrantes buscavidas, los pandilleros (hay balazos en los últimos meses y sangre joven derramada), restos de criollismo light que enarbola banderitas y axiomas mientras cuida como oro en paño el pasaporte del Tio Sam que lleva en la cartera alimentada por grants pagados en dólares.
Cuando llegué a San Francisco quería vivir en La Misión. Ahora no lo haría.
Hice las fotos hace unas horas. No tengo misión.
No la necesitas.
Sé que no, pero a veces me gustaría tener misiones, claras, directas, casi órdenes…