Intenté consolarlos con la fotografía. Me siguen gustando el gesto con el que buscan la luz —los cuellos expuestos me seducen— y el tierno contrapunto de las zapatillas de Inés.
Los colores del descansillo son goyescos, como corresponde al barrio donde vivíamos todos y que todos hemos dejado.
Ayer recibí un correo de Álex desde Gijón: el seguro de desempleo que se acaba, los encargos mal pagados, la media jornada de Inés, la muerte del perro Simón, el imparable niño Sergio…
Álex adjunta una foto que me hizo en los años de barrio común: me veo diabólicamente joven.
La distancia, deseo creer, no es enemiga para unas fieles zapatillas. Alcemos los cuellos y en marcha.
Recuerdo su historia… Me admira su tesón y sus ganas de tirar p’alante… Los círculos se cierran… aunque se tarde décadas en recorrer el entramado donde se sustentan…
Como verás, se me fue el santo al cielo con el año. Escribí 1998, cuando en realidad era 2008. Según los calendarios, hace poco. Según lo demás, una eternidad.