Hace días que no pongo fotos aquí: poco tiempo, demasiado trabajo, el catarro, los mareos, la paralizante melancolía de la incertidumbre —por otra parte necesaria para seguir despierto y no creerme alguien con derecho al pontificado cardenalicio que tanto se lleva en este tiempo de yoísmo—…
Este par de fotos-Holga son del sábado. Dos homeless. El de la silla de ruedas, frente al Fillmore West, el templo donde un hijo predilecto de la ciudad, el avaro Bill Graham, que despreciaba a los hippies en privado («huelen mal, no saben tocar»), se hacía de oro en público con las recaudaciones de los conciertos de Janis Joplin, Quicksilver Messenger Service, Grateful Dead y Jimi Hendrix, a quienes había convencido de que los conciertos gratuitos en el parque eran «para aficionados»…
Acabo de leer en un semanario local que los sin hogar de San Francisco, un nicho con una mínima protección administrativa, tienen una edad media de 55 años y una esperanza de vida de 64. Casi todos llegaron a la ciudad tras los drásticos recortes de ayudas sociales de Reagan.