cuando Ornette Coleman entró en el cuarto
aunque todos eran negros
y vestían tan mal como él
con aquellos pantalones entallados
de chulos baratos
pensaron:
es demasiado orgulloso
y habla demasiado bien
para ser un jazzmen puro
como nosotros
eran caballos sedientos abrevando
en el cadáver ya podrido del bebop
el jazz modal de Miles
todas aquellas modas que Ornette
había dejado en ridículo
resultaba joven y engreído,
tenía el ego del tamaño de un cuartel de bomberos
y se había atrevido a llamar a su disco
La forma del jazz por venir
un título de cretino universitario
(y el bajista, además, era marxista)
pero ellos no tenían derecho a juzgarle
podridos de heroína y mujeres
con grandes automóviles
y público fanático en los clubes
para la clase alta de París
Ornette les estaba demostrando
que eran innecesarios, que sobraban
y tenían miedo
aquellos grandes negros patéticos
ahorcados con la soga de su jazz
petrificado
[…] Ahorcados (y sin Ornette) […]