Un caza-canciones en la España hambrienta de los años cincuenta

26/12/2010
Lomax en Aragón, 1952

SOLO Y VIGILADO POR LA GUARDIA CIVIL. Alan Lomax, fotografiado en una aldea de Aragón en 1952, recorrió España de punta a punta con la única compañía de un enorme magnetofón y una cámara de fotos. La Guardia Civil le consideraba sospechoso y le marcaba de cerca. No podían entender qué hacía aquel yanqui grabando a paisanos cantando. (Foto: American Folklife Center)

El documental Lomax: the Songhunter recrea el viaje de seis meses del folklorista yanqui Alan Lomax por pueblos españoles. Grabó material de campo para 14 discos: desde jotas hasta música para tocar durante la castración de los cerdos.

Ahora que las canciones tienen la misma permanencia que una noticia en una página web, es decir, el suspiro entre un escote y el próximo, sorprende aún más el corpulento calibre de estas baladas de cosecha, romances de desventura o lamentos de presidiario.

Canciones cantados al raso, mientras trillan las mulas o la cadena de reclusos pica rocas a la fuerza e interpretadas por voces en ocasiones anónimas, esa ambigüedad que empleamos para reconocernos egoístas, caprichosos y fanáticos: sabemos qué canta el último necio a la moda pero no recordamos qué cantaban nuestros abuelos.

Casi un siglo antes de que existiese la etiqueta de música del mundo, el quitapesares de la mercadotecnia para convencernos de que escuchamos globalmente –mientras consentimos pecados no menos globales como la opresión, el hambre y la arbitrariedad-, ya había un global jukebox.

Nos lo recuerda el documental Lomax: The Songhunter (American Documentary, POV-Rounder. 2007), dirigido por el danés Rogier Kappers y ahora editado en España.

Un legado de 10.000 grabaciones de campo
La peripecia que se nos cuenta es la de Alan Lomax (1915-2002), un romántico e idealista caza-canciones que dejó a la humanidad un legado conmovedor: 10.000 grabaciones de campo. No hay otra colección comparable de música popular en el mundo. Desde 2004 la atesora, con libre acceso público, la Biblioteca del Congreso de los EE UU en Washington.

Entre 1952 y 1953 el afán por rastrear los cantos del mundo trajo a Lomax a la España negra y famélica de la posguerra civil. La estancia duró seis meses. El folklorista iba solo, con la única compañía de un enorme grabador de acetatos y una cámara de fotos Leica. Se desplazaba en autobuses allá donde le decían los paisanos que había un buen intérprete de gaita o un cantador de jotas.

No le importaban las distancias, los caminos de caballería o la Guardia Civil, que le marcaba de cerca sospechando revoltosas intenciones en aquel yanqui rechoncho con un micrófono y un magnetofón a baterías en la maleta.

Del viaje, reconstruido ahora en el documental, salieron 75 horas de grabaciones in situ y catorce discos, los primeros de música popular grabados en España fuera de los estudios. Hay volúmenes dedicados a Galicia, el País Vasco, Aragón, Mallorca, Ibiza, Asturias, Murcia, Castilla, Santander, Valencia, Navarra y León.

Vaqueiradas, albaes, desafíos y hasta toques de gaita para acompañar la castración de los cerdos. La música, en suma, que hemos perdido en el camino hacia esta inmensa pero, dicen, divertida miseria en la que nos solazamos. Lomax lo predijo: “Llegará un día en que el arte de la grabación estará por encima del arte de la creación musical”.

Saludado como preservador de esencias y descubridor de caminos por, entre otros, George Harrison, Bob Dylan, Keith Richards, Brian Eno o Pete Seeger, el caza-canciones yanqui había enfermado del ansia de recolectar voces de la mano de su padre, John Lomax.

Recorriendo plantaciones, presidios y campamentos de algodoneros negros del sur de los EE UU ambos habían descubierto a principios del siglo XX al bluesman Leadbelly; a un jovencísimo intérprete llamado a revolucionar el género del blues rural, Muddy Waters, y al trovador Woody Guthrie, el gran cronista de la depresión económica de los años 30 y la injusticia social.

Sospechosos de ‘antipatriotismo’ según el FBI
Los Lomax fueron investigados por el FBI durante cuatro décadas por actividades sospechosas de antipatriotismo. Tenían razón los perseguidores: no hay ningún lugar con menos patria que una canción. En los pormenorizados diarios que escribía hay una nota datada en España en 1953: “Todo son cuarteles polvorientos, con el mismo cartel sobre las puertas: ‘Todo por la Patria’ (…) Uno no deja de preguntarse: ¿la patria de quién?, y basta echar una mirada a las calles para convencerse de que no es la patria de esos hombres extremadamente delgados”.

Hasta que una hemorragia cerebral le dejó impedido en 1998, Lomax siguió rastreando música mundo adelante sin pensar en patrias sino en canciones y las personas que las habitan: viajó a Rumanía, la India, Escocia, Gales, Inglaterra, Irlanda, Francia, Calabria, Sicilia, Perú, el Caribe… Siempre con el magnetofón a cuestas.

El interés por la música oldtimer de la primera mitad del siglo XX ha renacido con pujanza en los últimos años con la reedición digital de piezas que hasta ahora sólo se conservaban en viejos acetatos en colecciones privadas y a la ayuda de la notable pobreza de la música pop actual. El resurgimiento ha llegado de la mano de sellos discográficos independientes, como Revenant, fundado por el guitarrista John Fahey (1939-2001), que ha publicado la serie American Primitive, o los alemanes Trikont, con la recopilación Flashbacks, que reune varios volúmenes de música antigua agrupada temáticamente (canciones sobre drogas, anti nazis, sexuales, de desamor…).

Charley Patton

Charley Patton

Charley Patton (1891-1934): la voz de 500 metros

Nada sería posible sin Charley Patton, el padre del blues del Delta y, por extensión, del blues de Chicago, el rhythm and blues y el rock and roll. Vivió poco (42 años) y grabó menos, pero tocó en todas las plantaciones de algodón y antros canallas del área de Misisipí. No había amplificación. Tampoco la necesitaba: su voz, cuentan las crónicas, llegaba a casi 500 metros de distancia.

"Anthology of American Folk Music" (Harry Smith)

"Anthology of American Folk Music" (Harry Smith)

Manos manchadas de tierra

Quien no haya escuchado Anthology of American Folk Music (Folkways, 1952) no tiene derecho a opinar sobre música.Lo dicen Beck, Bob Dylan y Jeff Tweedy, subyugados desde siempre por la magia de esta antología de seisdiscos grabados sobre el terren o en los espacios más sombríos de los EEUU.

Elcompilador, Harry Smith (1923-1991), era un visionario vehemente, un artista total implicado hasta la médula en la confrontación de la cultura oficial, la de los gustos unificados, con la verdadera, la de las manos manchadas de tierra. Una obra titánica y tan poderosa como para instaurar con ella una religión.

[Esta pieza fue publicada el 19 de junio de 2008 por el diario 20 minutos. Aquí la puedes leer completa en PDF]

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3 Responses to Un caza-canciones en la España hambrienta de los años cincuenta

  1. segun on 26/12/2010 at 18:38

    gracias, gracias y gracias José.

    • j.a.g. on 27/12/2010 at 13:32

      A ti por la fidelidad, Segun.

  2. […] “Madre Coraje de las tradiciones negras de los Estados Unidos” por el folklorista Alan Lomax, el caza-canciones más activo del siglo […]

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