Protejo mi plato como si temiera que alguien me quitara la comida. Nací en febrero, las campanas tocaron y todavía están tocando.
A veces, una luz escasa como los abrazos interrumpe el tiempo de la tinta. ¡Tantísima tinta, lápices y vestidos! Esperando el último tren, el convoy que nunca se detiene en la estación correcta.
Luz macerada en furia. El cielo es todo ciclotimia. El día necesita pastillas para pisar el suelo de febrero. Como yo.
Una dieta para olvidarlo todo.
Debería mudarme a tierras hondas, interpretar la cosmogonía de las señales en el mapa, las muescas de una perfecta vejez, de unas botas nunca jubiladas
¡Qué dura es la abstinencia!
¿Cuando fallé? ¿Hubo una primera vez? Ahora apenas puedo volver a la música como a una tumba, una cama de hojarasca, rendirme en las acrobacias del aire, rendirme… Volver a Graceland es ya imposible.
Los recuerdos me han abandonado. Todos, dulces y amargos.
Cada vez que acaricio este papel con la palma abierta de la mano cansada, me devuelve una cosecha de granos de polvo.
Esa es toda mi contribución, en tiempos de hambre, a la agricultura de la subsistencia.
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Hola Cantodecaza:
No sé tu edad pero no importa. A veces puedes ser joven y la imagen que te devuelve el espejo, asustarte.
He vivido en pensiones, y con otra gente que se ha criado protegiendo su comida: no por temor, sino porque se la robaban. Ése es un acto reflejo.
Lamentablemente, no hay dietas, ni pastillas que puedan hacerte olvidar nada de lo vivido, reìdo o llorado.
Decir que tus recuerdos te han abandonado, es decir que están áun ahi.
Compartimos a la distancia la misma dieta. Nos engañamos del mismo modo.
Tu y yo -sin saberlo ni conocernos- llamamos «Graceland» a algo.
No sé qué significará para tí.
Sé lo que es Graceland para mi.
(Me pareció muy adecuado el video, pero me debo esforzar mucho para escuchar la letra, entonces apenas puedo bosquejarla. Uno de los demonios que llevo dentro.)
No sé, Urban… Hay como una gasa tupida en torno a todos mis recuerdos. Están ahí abajo, como dices, pero no se dejan pescar o quizá el que utilizo no sea el adecuado…
Graceland, podría hablar de eso. Lo dejaré para otro momento.
La letra de la canción es de Robert Johnson, el bluesman que, dicen, pactó con el diablo para tocar mejor que nadie (y murió, al parecer envenenado por una amante despechada, gritando que se iba al infierno). Dice así:
«Early this mornin’, when you knocked upon my door
Early this mornin’, ooh, when you knocked upon my door
And I said, «Hello, Satan, I believe it’s time to go»
Me and the devil, was walkin’ side by side
Me and the devil, ooh, was walkin’ side by side
And I’m goin’ to beat my woman, until I get satisfied
She say you don’t see why, that you will dog me ‘round
(spoken: Now, babe, you know you ain’t doin’ me right, don’cha)
She say you don’t see why, ooh, that you will dog me ‘round
It must-a be that old evil spirit, so deep down in the ground
You may bury my body, down by the highway side
(spoken: Baby, I don’t care where you bury my body when I’m dead and gone)
You may bury my body, ooh, down by the highway side
So my old evil spirit, can catch a Greyhound bus and ride»
Pues yo me sigo preguntando a diario cuándo fallé, cuándo lo eché todo a perder. Sospecho que nunca voy a tener la respuesta, aun cuando puedo marcar en el calendario más de un gran fallo, no sé cuál es el que precipitó y/o empezó todo.
I can share my plate with you.
I don’t have a diet of pills, though. I have a diet of wind. Sun. Dirt. Water. I make a delicious memory soup. Forgive me soup. Graceland soup.
Lunch is served at 11:06 am
(There are always extra empty chairs at my table. Bring the devil, Robert Johnson and archangel Gabriel)
Thanks for the invitation. The devil doesn’t like soup, but archangel, Robert and me will taste it with pleasure. I’ll show you all my pills and let the devil makes a party necklace with them. Then we can dance while Robert plays an old polka.
Sin ponerme freudiano, puedo localizar varios nudos que no supe o no pude o no quise desatar (o atar). Pero es en la infancia donde encuentro la gran fractura (todavía la siento, pues apenas he cambiado), ni mi experiencia ni mi madurez han podido salvar ese boquete. Si hubiese podido ser atando o desatando los nudos correctos, es algo que se me escapa; pero algo me dice que no, que soy como soy y no hay más cera que la que arde.
Habemos algunos pocos afortunados que no necesitamos dietas para olvidar: olvidamos espontaneamente.
Nuestro esfuerzo se concentra, principalmente, en tomar notas de aquello que queremos no se nos olvide.
No hay una receta para ello, de haberla me encantaría facilitártela.