Tengo que adaptarme rápidamente a la forma de ser de este mundo que carga sobre sus espaldas un signo de interrogación. Igual que un animal liberado en un nuevo bosque. Para protegerme y sobrevivir, tengo que comprender sin dilación las reglas del lugar y amoldarme a ellas.
Aomame, la protagonista de la nueva novela de Haruki Murakami, el plumilla global del gafapastismo, se convence de que, para sobrevir, o camaleona o nada.
Acabo de leer el libro, que llega en febrero a las librerías. Es un tochazo de más de setencientas páginas titulado 1Q84. En japonés, la letra «q» y el número «9» son homófonos, ambos se pronuncian kyu, de manera que 1Q84 es, sin serlo, 1984.
No puedo ni debo adelantar la crítica porque me debo a la revista en la cual aparecerá publicada, pero he rescatado un perfil sobre Murakami que escribí hace algo más de dos años, cuando apareció en castellano su anterior novela, After Dark.
Sigo pensando lo mismo: este señor cool y desnatado que se ha convertido en el Aristóles de los Alejandro Magno 2.0 es un corolario de estos tiempos fríos y descosidos.
Cada una de sus páginas, como Aomame, reclama el consuelo de la adaptación como alternativa.
Murakami nos invita a vestirnos según convenga, a ser impávidos camaleones en espera de la mosca.