Zygmunt Bauman (1925-2017)
Partisano,
La exactitud poético-matemática de tus profecías morales alumbró la noche cerrada del neoliberalismo, pateó la jactancia fanfarrona de los gurús del 2.0 y señaló la creciente soledad que padecemos y solo acertamos a combatir, como niñitos encaprichados, con sedantes morales que tranquilizan todo escrúpulo ético y lazos de amistad virtuales e intangibles, no-gente a la que podemos querer u odiar con un clic. La muerte llegó tarde para ti, Zygmunt Bauman. Tuviste 91 años para ejercer la vida como un joven judío no practicante, superviviente de nazis, descreído del comunismo, ninguneado por el catolicismo yihadista de la universidad de tu natal Polonia, la tierra europea más sufridora y, acaso por ello, la más valiente. Trazaste a tu paso una red de las carreteras más fieles, pavimentadas con libros, material renuente a la interpretación vía GPS. Siempre pensé que eras un quijote del siglo XX y me lo confirmaste con la cita inicial de una de tus obras. Decías, con el caballero alocado: «tiene el miedo muchos ojos y ve las cosas debajo de la tierra». Tu escueto porte, tu pelambrera sin la amistad de peines y suavizantes, tus carnes magras, tu hiperactividad verbal y física —a todos atendías, a cada pregunta respondías— eran las marcas de un duelista: tu enemigo, el nuestro, el estatus, el sistema, el falso progreso que nos cobra un precio cada vez más alto, tembló ante cada uno de tus 60 libros. Los obituarios te recuerdan como gestor de la idea de la modernidad líquida, la acuosidad del mundo en el que hemos optado por vivir, temerosos de que en el exterior haya monstruos, pero yo te invoco por el destino que describiste con zarpazos de fiera noble: la «política con las manos cortadas»; la producción de «residuos humanos»; la «precarización» y el «desperdicio» de la existencia; el antagonismo no ya entre clases, sino entre personas y sociedad; la soledad como enfermedad incurable… Cuando te preguntaron por el 15-M, en aquella primavera que todos presentían florida, mencionaste lo que casi nadie se atrevía a mentar: «El cambio de un partido por otro partido no va a resolver el problema. El problema hoy no es que los partidos sean los equivocados, sino que no controlan los instrumentos. Los problemas de los españoles no están confinados al territorio español, sino al globo. La presunción de que se puede resolver la situación desde dentro es errónea». Afuera aguarda el dragón y te necesitamos, duelista.
Ayúdanos.
