Virna Haffer, la fotógrafa que nació en una comunidad anarquista

29/07/2013
Virna Haffer - Self Portrait, 1929

Virna Haffer – Self Portrait, 1929

Virna May Hanson era una hija de la utopía. Había nacido, en 1900, en Home, una comunidad anarquista establecida en el nervioso estuario de Puget Sound, un mareo de brazos y dedos de agua en el noroeste lejano de los Estados Unidos.

En aquel entonces, entre el negro siglo XIX de la ceniza y el esclavismo, y la dorada esperanza que presentían -vanamente, como demostrarían la historia y la crueldad- en el venidero XX, los utopistas penetraban en los bosques y fundaban colonias basadas en la autosuficiencia y los ideales del socialismo real.

Home fue fundada en 1898. Tenía pocas disposiciones: respeto hacia el otro, uso de la réplica como única arma de defensa y admisión de cualquier nuevo poblador. El censo llegó a ser de varios centenares de vecinos. Practicaban el naturismo, el amor libre, las dietas ajenas al consumo de seres vivos y el libre pensamiento. Editaban un diario. Más por fervor que por amargura, se llamaba El Descontento.

Virna Haffer - Female nude holding drape across front of her body, sin fecha

Virna Haffer – Female nude holding drape across front of her body, sin fecha

Se definían, si alguien preguntaba por tamaña contradicción (¿es acaso posible la definición del alma sutil de los hombres?), como “anarquistas no-resistentes”. Cuando desde la ciudad más cercana, Tacoma, salieron cuadrillas de energúmenos dispuestos a arrasar la comunidad en represalia por el asesinato, en 1901, del presidente William McKinley, tiroteado en el estómago por el anarquista Leon Czolgosz, los habitantes de Home anunciaron que esperarían en casa a los asaltantes y se dejarían matar.

Home se deshizo en 1919 por circunstancias menos dramáticas y muy propias del espíritu ácrata, de una incendiaria vehemencia para las grandes causas y de un formalismo casi victoriano para la vicisitud diaria: el colectivo se dividió insalvablemente entre quienes deseaban bañarse desnudos en el río y quienes no aceptaban la costumbre. Hoy el poblado, del que todavía quedan algunas cabañas originales, es un apacible lugar de veraneo para turistas y ancianos.

Virna May nació y vivió en Home hasta los 13 años. Tres antes, cuando era una cría de enormes pupilas y greñas alborotadas, había visto trabajar a un fotógrafo que se alojó durante una temporada entre los anarquistas.

Virna Haffer - Mina Quevli, c. 1930

Virna Haffer – Mina Quevli, c. 1930

Al observar como aquella caja enorme de madera atesoraba misteriosamente la vida decidió que sería fotógrafa. A los 14 se colocó como aprendiz en un estudio de Tacoma. A los 15 hizo sus primeras fotos. No abandonó la pasión durante más de sesenta años.

Una antología de la obra de Virna Haffer (tomó el apellido de su segundo marido, el abogado laboralista y militante socialista Paul Raymond Haffer) puede verse estos días en el Tacoma Art Museum. El título de la muestra no es un capricho: A Turbulent Lens: The Photographic Art of Virna Haffer.

La mirada que ejerció la hija de la utopía no se acomodó al remanso de un solo estilo, fue turbulenta como el lema anuncia. Para quienes importen las categorizaciones, hay pictorialismo, surrealismo, documental y modernismo. Para quienes necesiten de la técnica, sobreexposiciones, puntos de vista desacostumbrados, fotos sin cámara…

Virna Haffer - Old Tacoma Hotel Fire, c. 1935

Virna Haffer – Old Tacoma Hotel Fire, c. 1935

La foto del incendio del viejo Hotel Tacoma me pierde. Es una de las más precisas imágenes documentales que conozco, pero no es descriptiva la emoción que recibo frente a ella.

Al contrario, me siento turbado ante la lenta coreografía del fuego, el humo y el agua, su cruce de estelas, una joya puntillista labrada por un orfebre…

Veo el desastre, el suceso, de acuerdo, pero tengo la sensación de estar ante el catálogo de viajes improbables de una agencia de navegación sideral. Creo que el mayor piropo que merece una foto es llevar la realidad al terreno del ensueño.

Sé de Virna Haffer poco más que lo escrito hasta ahora en esta pieza. Me gusta no saber o saber apenas que marida la decencia de la moderación y el silencio (apenas se movió del área de Tacoma) con la singularidad del genio.

[Escrito para Trasdós – 20 minutos]

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