Mark Twain
En sus Escritos irreverentes, Mark Twain resume la forma de justicia más extendida en el Sur de los Estados Unidos. Tras la comisión de cualquier tropelía o delito, los vecinos, «provistos de una soga, saldrían en busca de los responsables y en caso de no encontrarlos ahorcarían a un negro».
De haber sido nuestro contemporáneo no es exagerado conjeturar que Twain podría escribir hoy que los justicieros «provistos de una soga, saldrían en busca de los responsables y en caso de no encontrarlos ahorcarían a un escritor políticamente incorrecto».
Cien años después de la muerte de Twain, padre fundador de la literatura estadounidense moderna (sin su obra no es posible entender a Hemingway, Faulkner y los que siguen), sus libros son todavía jodidamente incómodos.
El adverbio ‘jodidamente’ -que no me gusta- no es un capricho, es pura necesidad, obligación protocolaria.
Una editorial de Louisville, New South Books, acaba de reeditar las dos novelas más conocidas de Twain, Las aventuras de Tom Sawyer (1876) y Huckleberry Finn (1884), bajo las premisas de lo jodida (ya alerté) y políticamente correcto.
La novedad es que el responsable de la edición, el experto en Twain Alan Gribben, ha localizado con precisión las 219 veces que se usa en las obras la palabra nigger (negrata, vaya) y los ha sutituido por slave (esclavo).
La n-word (la palabra que empieza por n) provoca tan mala conciencia entre los filisteos de la corrección que las novelas de Twain habían sido relegadas en los planes de estudio de la secundaria estadounidense a la condición de lecturas voluntarias.
Gribben hace uso de este argumento para justificar la censura: «Hablé con profesores locales que me dijeron que les encantaría enseñar (en clase) esta novela, pero que sienten que ya no pueden hacerlo. En las aulas actuales, realmente es inaceptable». También se escuda en que el uso despectivo de la voz nigger «repugna a los lectores de hoy».
Colguemos de una soga el manuscrito original, vistamos al muerto de blanco y, voilá, ya tenemos dos obritas pulcras.
No hace falta anotar que casi cualquier canción de hip-hop emplea nigger (o nigga, más cool) con prodigalidad.
Tampoco que los dictados de lo políticamente correcto obligan a las televisiones estadounidenses a emitir en falso directo, con un retraso de segundos, para tapar con pitidos cualquier malsonancia. Ni que se llegue al colmo de la tribulación semántica con formas escritas en una especie de código blanco, que dicen sin decir, como n*gg*r, n**ger o n——
Me parece pertinente citar un texto preclaro de Vladimir Nabokov sobre el filisteismo:
De modo que el personaje al que me refiero al decir «filisteo satisfecho» no el filisteo a ratos, sino el tipo total, el burgués cursi, el producto completo y universal de la vulgaridad y la mediocridad.
El filisteo ni sabe nada ni se le da nada del arte, incluida la literatura. Su naturaleza esencial es antiartística, pero quiere información y está educado en la lectura de revistas.
El filisteo no distingue un escritor de otro; la verdad es que lee poco, y solo aquello que le puede ser útil, pero puede pertenecer a un club del libro y elegir libros bonitos.
there’s no time teach history, social studies, and science in the classroom because of the damn state test….and now this politically correct version of huck finn? come on!
i’m only allowed to to teach standard-based literature or text controlled literature…that is, if i’m teaching vowel diphthongs, that story better have them and lots of them!
(boooring)
we’re fucked…
[…] Libros bonitos […]