Media docena de motivos para querer a Bob:
1.
No se toma en serio a sí mismo pese a la evidente seriedad de su obra, un cuerpo de casi sesenta discos y más de dos mil canciones.
Es frecuente que se parodie con la suficiente ironía como para no ser un payaso.
Le encanta hacer el payaso de vez en cuando.
2.
Sabe de música más que ningún intérprete de su generación: es el último genealogista.
Es la única gran figura musical del pop-rock que no practica el esnobismo integrista dictado por lo moderno, lo que se lleva o lo que pueda epatar a los burgueses.
Le gustan las buenas canciones, vengan de donde vengan, sean del estilo que sean.
Acaba de dictar el mejor curso magistral sobre música popular: el programa de radio Theme Time Radio Hour.
Los ecos de Charlie Patton, Jimmie Rodgers, Blind Willie McTell y la Carter Family le han servido para hacer rock and roll, volver al folk, reinventar el country, volver de nuevo al rock y, en esas sucesivas derivas, saber que no estaba haciendo nada especial, nada nuevo .
3.
Nunca da consejos con afanes moralistas.
No hace de los conciertos mítines, ni de sus palabras catecismo.
Que tire la primera piedra quien esté libre de pecados tan veniales como tocar ante el Papa o aparecer en un anuncio de lencería.
Toda la rebeldía del siglo XX está condensada en su obra.
4.
No ha vendido su vida privada como material comercial.
Cuando va a una exposición, no llama antes a los periodistas para avisarles y que le esperen para la foto.
5.
La música grabada, el proceso, el negocio, le importan poco.
Graba los discos en tres días, con una producción descuidada.
Lo único importante son las canciones: grabar es tocar una canción en un momento determinado.
6.
Es errático. Tiene casi setenta años y sigue buscando, no está seguro de nada.
Se ha columpiado al borde de varios abismos, entre ellos las drogas, la fama y el cristianismo pentecostalista.
Tras caer, ha vuelto a ser Bob Dylan.
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Adenda, pura lógica formal:
Sin The Velvet Underground and Nico (The Velvet Underground, 1967) no habría Bowie, Jesus and The Mary Chain, Pixies, Sonic Youth…
Sin King of the Delta Blues Singers (Robert Johnson, 1961) no habría Rolling Stones, Cream, Led Zeppelin…
Sin Horses (Patti Smith, 1975) no habría REM, PJ Harvey, Madonna…
Sin Raw Power (The Stogges, 1973) no habría Sex Pistols, White Stripes…
Sin Discreet Music (Brian Eno, 1975) no habría Björk, Chemical Brothers, U2, LCD Soundsystem, Aphex Twin…
Sin King Tubby Meets Rockers Uptown (Augustus Pablo, 1976) no habría DJ Shadow, David Holmes, The Clash…
Sin Live at the Apollo (James Brown, 1963) no habría Nas, Jay Z, LL Cool J, J Dilla, Common…
Sin The Soft Machine (The Soft Machine, 1968) no habría Can, Radiohead…
Sin Monster Movie (Can, 1969) no habría Animal Collective…
Sin Black Sabbath (Black Sabbath, 1970) no habría Nirvana…
Sin Elvis Presley (Elvis Presley, 1956) no habría Beatles.
Sin Hank Williams Sings (Hank Williams, 1952) no habría Elvis Presley.
Sin Bringing It All Back Home, Highway 61 Revisited y Blonde on Blonde (Bob Dylan, 1965-1966) no habría nada de nada y el rock merecería la misma consideración que los merengues o las polkas.
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«The best song I’ve ever wrote», se le escucha decir antes de empezar a tocar Sad-Eyed Lady of the Lowlands. Son las 3 de la madrugada del 13 de marzo de 1966 en un hotel situado en, no podría ser otro el lugar, Denver. El sonido es sucio, pero who among them do they think could bury you?
Me encantan tus motivos y la adenda.
Acabo de empezar a escuchar a Dylan compulsivamente y me encanta cómo se ríe mientras canta el final de » All I really want to do». Grande.