Robert Doisneau y la maldición de un beso

02/07/2013
Mejufrouw Anita, 1951 © Atelier Robert Doisneau

Madame Anita, 1951 © Atelier Robert Doisneau

El fotógrafo Robert Doisneau (1912-1994) nunca pensó que la foto que hizo por encargo de la revista Life en la primavera de 1950 fuese a terminar por ser una gloria y una condena. Tenía 38 años, era ya un fotógrafo de renombre por la calidez romántica de su mirada, y la publicación le había pedido una imagen que sintetizase el espíritu de París, una ciudad que había superado la tragedia de la II Guerra Mundial y volvía a ser la patria del optimismo y el amor.

La imagen, titulada en francés Le Baiser de l’Hôtel de Ville (El beso del Hotel de Ville o simplemente El beso), es parte del patrimonio sentimental de la humanidad: una chica y un chico veinteañeros —ambos terriblemente guapos— se besan con pasión mientras la vida de la ciudad no se detiene alrededor. Doisneau mantiene un foco preciso en los jóvenes y deja que el resto del mundo parezca nebuloso y precipitado. Como síntesis poderosa del amor, la imagen se convirtió en una de las fotos más reproducidas y vendidas del siglo XX. Todos la hemos visto pegada o colgada en alguna pared, enviada como postal.

Casi medio siglo después, en 1988, cuando Doisenau tenía 76 años y estaba casi retirado después de una carrera de seis décadas mostrando la belleza de la vida, la superación como remedio contra la adversidad y la dignidad de los seres humanos más allá de condiciones o circunstancias, una revista francesa volvió a publicar El beso para ilustrar el éxito de la foto y preguntarse quiénes eran los anónimos jóvenes que se besaban. Fue una fiebre: presuntos protagonistas aparecieron a centenares para reclamar dinero por derechos de imagen.

Amparándose en la ley francesa que exigía una compensación para aquellas personas retratadas sin consentimiento, hubo incluso personas que llevaron a Doisneau a los tribunales para demandar un pedazo del pastel. Fue entonces cuando comparecieron en público los jóvenes de la fotografía, una pareja de actores a los que el fotógrafo había abordado en la calle y convencido para que posasen: Françoise Delbart, que tenía 20 años, y Jacques Carteaud, de 23. Ella, que se había prestado en principio, sin que mediase acuerdo monetario, también tramitó una demanda, pero el tribunal no le dio la razón.

La polémica trastocó la salud de Doiesneau. Murió seis años más tarde por problemas coronarios y una pancreatitis aguda, pero, según su hija y heredera, Annette, fue la tristeza causada por las querellas y las desligitimaciones la que lo llevó a la tumba. La polémica sobre el uso de la pareja de actores, a los que ni siquiera había contratado y había encontrado, como a todos los protagonistas de sus espléndidas fotos, pateando aceras, puso a algunos críticos y colegas fotógrafos en contra del maestro, que fue tildado de mentiroso y manipulador, cuando la mirada de este hombre humilde y tímido sólo se preocupaba, como no dejó de afirmar y predicar con el ejemplo, de mostrar la vida «no como es, sino como debiera ser».

El beso vuelve a ser la imagen de cabecera para la antología Robert Doisneau: Meesterlijk straatfotograaf (Robert Doisneau: maestro de la fotografía callejera), que exhibe, hasta el uno de septiembre, el Neederlands Fotomuseum de Róterdam (Holanda). La muestra, con 143 fotos de todas las épocas del prolífico autor parisino, permite una visión íntegra y ajena a escándalos mediáticos de «uno de los más influyentes fotógrafos documentales de la historia».

Hijo de un fontanero que murió como soldado en la I Guerra Mundial, Doisneau trabajó desde niño y aprendió por su cuenta a hacer fotos con la única ayuda de los manuales de las botellas de los líquidos de revelado y las cajas de película. Aunque le tocó vivir en tiempos obscuros —la Gran Depresión, las dos guerra mundiales— todo su trabajo está marcado por la esperanza y el anhelo de una vida mejor. Hay en buena parte de su obra un convencimiento latente y silencio, sin estridencias, sobre la capacidad del ser humano. Su estilo calmo e iluminado ha sido llamado en ocasiones «realismo poético».

Le Baiser de l'Hôtel de Ville, 1950 © Atelier Robert Doisneau

Le Baiser de l’Hôtel de Ville, 1950 © Atelier Robert Doisneau

[Escrito para Artrend – 20 minutos]

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