El mundo es un lugar más amplio y benigno gracias a Massimo Sbreni. Su forma de ver a los otros tiene la entereza moral de las obras limpias y sin dobleces, aquellas que no pretenden alcanzar el cielo sino contenerlo.
Retrata con nobleza y honestidad, sin artificios ni fáciles dramatismos, encontrando la conexión con sus personajes con una sencillez de la que deberían tomar nota los seudo documentalistas del teleobjetivo y el hasta nunca.
Jamás olvidaré la limpieza de su acercamiento a la India: la muchacha alocada de espaldas al mar, el niño en el cubo de plástico, la ventanilla-mundo de uno de esos trenes en los que, estoy seguro, también yo viajaré.
Otro “Rayados de luz”, la sección que escribo cada martes en El Fotográfico
Qué buenos son tus ‘retratos’ de fotógrafos.