La fotógrafa Rania Matar, nacida en Líbano pero establecida desde 1984 en los EE UU, tiene una hija de 12 años, una edad de tránsito y cierta indefinición entre la infancia y la adolescencia. «Me di cuenta de que mi hija se estaba transformando ante mis ojos, que alternaba entre la niña que yo conocía y la joven a la que todavía no he llegado a conocer«, explica la fotógrafa, que se inspiró en ese momento de cambio para su nuevo proyecto, L’Enfant-Femme (La niña-mujer).
Especializada en fotos a modelos de esa franja de edad —tuvo un gran impacto su proyecto The Girl and Her Room (Una chica y su cuarto) de unas 300 niñas en sus habitaciones-refugio—, Matar se hizo una pregunta sobre las niñas que están a las puertas de la preadolescencia: «¿Cómo quieren verse y que las veamos, como niñas, como adolescentes o como mujeres?» e intentró responderla con la serie L’Enfant-Femme.
Los retratos, que se exponen en la galería Carroll and Sons de Boston (EE UU) hasta el 26 de octubre, son posados clásicos donde las crías sólo recibieron una instrucción: no sonreír —consejo necesario para no convertir la foto en una toma forzada y complaciente—. «Les permití que adoptasen la pose que quisieran, porque mi objetivo era retratarlas permitiendo que se representrasen a sí mismas».
Las fotos muestran la inseguridad propia de la edad, la confianza o la falta de ella, la angustia, el creciente sentido de la individualidad y el desarrollo de la sexualidad. «La feminidad está muy presente en estas niñas. Son conscientes en alto grado de los cambios que se están produciendo en sus cuerpos, de la belleza, de su condición cercana de mujeres», dice Matar.
Matar se encontró con que buena parte de las crías «están muy al tanto del mundo que las rodea y de los estándares de belleza y actitudes que consideran necesario emular» y posan con un lenguaje corporal que corresponde a chicas mayores. «Sin embargo», dice la fotógrafa, «también sigue habiendo muchas que fluctúan entre la niña que todavía son y la joven en la que están empezando a convertirse».
Las fotos, de niñas de entre 8 y 12 años, fueron tomadas en los EE UU y en el Líbano, incluso en campamentos de refugiados palestinos. La decisión no buscaba la comparación directa o la oposición, sostiene Matar. «Al contrario, quiero mostrar como las líneas se desdibujan, porque, independientemente del lugar , los antecedentes y la religión, las niñas de esta edad están unidas por sentimientos, aspiraciones y actitudes similares».
La fotógrafa nació en Beirut, creció durante la guerra civil de 1975. Tras trabajar como arquitecta, descubrió su pasión por la fotografía y ha logrado vivir de ella. También da clases de fotografía documental en el prestigioso Massachusetts College of Art and Design. Todos los veranos se traslada a los campos de refugiados de Líbano para impartir talleres a chicas adolescentes.