Una de las fotos de la serie "Oraciones sucias"
Francis Scott Fitzgerald escribía mejor cuando estaba triste. En su libro de ensayos The Crak-Up recogió el guante de San Juan de la Cruz y expuso: «En la verdadera noche oscura del alma siempre son, día tras día, las tres de la madrugada».
Utilizo la cita como encabezado de una de mis series de fotos, Oraciones sucias, que ayer coloqué en esta web.
Todo lo que puedo decir sobre ellas ya lo dejé escrito: nacieron con una enfermedad y terminaron siendo un camino de curación. Durante el año y medio que tardé en hacerlas me sentía, como diría Peter Handke, «clarividente de dolor».
El hombre extraviado, casi una sombra, que vino hacia mí (aún escapando se me acercaba) en uno de los desdichados pasillos del metro madrileño -la estación, creo recordar, era la de Bilbao-, parecía andar ligero hacia un abismo. No le perseguí, no disparé una ráfaga… Estoy convencido de que le vi antes de verle. Una sola toma. El momento fue el momento.
Ayer vino a vernos, como tantas otras tardes, la pequeña L., que es pequeña y desea ser mayor, que aún no ha encontrado la forma de relacionarse con la hora que nunca cambia en el reloj del espíritu, las tres de la madrugada. Quiere ser fotógrafa y tiene miedo: le enseñan poco o nada en el centro de formación, se siente incapaz de caminar sobre las brasas del oficio, de ser libre para el mundo…
No soy fotógrafo. Por tanto, no hay consejos para repartir.
Llevo mi condición, fracturada. Llevo mi ánimo en un cabestrillo.
Para ti, L., que leerás esto, dos citas. La primera, que proclama un modo de vida, es de Fernando Pessoa:
Lo que sea, cuando sea, es que ha de ser lo que es.
La segunda, que insinúa una fórmula para hacer fotos, es otra vez de Handke:
Con mi mirada soy espléndido; sin ella, con razón despreciable.
Ata la cámara a tu ojo, deja que el ojo esté cerrado a todo lo que no sea instante y, venga, vamos, hagamos fotos.
