Niños con palos. Una de esas imágenes que Carl Jung añadiría al catálogo del inconsciente colectivo.
Niños con palos en la sabana de Níger, en los valles transalpinos de Suiza, en un embarcadero de las Bahamas, en las praderas de la Bucovina, frente a una fosa común en Guatemala, en un cuarto de Moscú engalanado con una foto de Jean-Claude Van Damme, en la Checoslovaquia sometida por el comunismo y retratada con convenientes modales expresionistas por el gran Josef Koudelka…
La Agencia Magnum -valedora de una de las más concisas y tiernas miradas de nuestro mundo- publica un ensayo fotográfico sobre Niños con palos. Una veintena larga de fotos de otros tantos reporteros.
Tiene algo de consuelo y oratorio rellenar la mañana de niños con palos: jugando a los piratas, los ladrones, el ninja, el soldado, trabajando con vacas, bailando como gandules, imitando y logrando, con la imitación, desprenderse del lastre de la cultura de la muerte y la necesidad.
Graham Greene, que por algo era católico (y muy pecador), afirmaba que «siempre hay un momento en la infancia en que se abre una puerta y deja entrar al futuro».
Mario Benedetti, que por algo era comunista (y muy beato), decía que «la infancia es a veces un paraíso perdido, pero otras veces es un infierno de mierda».
Quizá porque es un día triste pese a la luz y porque no tengo en mis manos palo alguno, me quedo con Greene.
Prefiero pensar que, con un palo en las manos, el mundo es un enorme pedazo de tierra por conquistar.
jared laughner…..niño sin palo