Come loose your dogs upon me
And let your hair hang down
Nick Cave (The Ship Song)
El Hombre de Negro vive ahora en los dedos del hombre que soñaba con el Hombre de Negro, dedos marcados como una vaca muerta: no hay pasto si no queda cuerpo, no hay agua si no queda lengua. Yo dormía, pero mi corazón velaba, esperando, agazapado. Siempre temí a los perros.
Yo dormía, pero mi corazón ladraba.
Fui de tu mano hacia el Hombre de Negro: yo vine del Norte en un tren que considero casa, tú cruzaste el meridiano del río por primera vez. Toda comunión es inaugural y alguien había blanqueado el cielo en nuestro honor. Llegabas maquillada, nueva pero siempre mía. Durante un instante, entre toda aquella gente hermosa, oscura, nacida en cualquier galaxia, en un confín de éter y pétalos tóxicos, pensé en decirte lo único que podría afirmar, considerar axioma, decirte con la baja velocidad de mi voz añosa: «Eres la más hermosa del baile».
Pediste vodka. Deberías beberme alguna vez.
El Hombre de Negro lee la Biblia, como yo, porque los viejos necesitamos el consuelo del sudor ajeno, conocer éxodos y almohadas que arden, y castigos y plegarias contra los castigos. Leer, por ejemplo, proverbios sapienciales: «Vete, póstrate, importuna a tu prójimo: no concedas a tus ojos sueño ni a tus párpados reposo: líbrate, como la gacela del lazo, como el pájaro de la mano del pajarero».
Desde que vivo contigo sueño con libros santos, escribo con las lágrimas de dios.
El Hombre de Negro cantó clamando, su voz era nuestra. Nos arrodillamos antes frases como alas: I will never be free / If I’m not free now. Ante frases para el vino abandonado de la carne: My hands they burned / In the folds of her coat / Breathing milky white air / From deep in her throat. Ante frases para las noches y la muerte: This is a secret, mauled and mangled / And the coins in my pocket go jingle-jangle. Antes frases para el ganado en estampida de las manos: Well now sorrow, it comes a-stealing / And I’ll cry, girl, but I’ll come a-running… Ante frases, en fin, escritas únicamente para el campo de labranza de tu frente: And I don’t believe in the existence of angels / But looking at you I wonder if that’s true.
Te anunciabas en mi sed. Ahora creo. Creo en los ángeles.
El Hombre de Negro dejó muescas en algunos árboles, pero yo nunca te mostré la navaja que escondo en el bolso: una hoja inocente que sólo rebana pieles de manzana y cortezas de pan… ¿En qué tronco puedo tallar ahora nuestras iniciales?, ¿por qué no aproveché los árboles que bordeaban el río?, ¿en qué dosel dejo la muestra de mis intentos, mis intentos, mis intentos?…
No me queda el consuelo del clasicismo.
«Carita triste», dices… Nunca llamaron así al Hombre de Negro. Eso me distingue, eso me ennoblece: dos palabras, dos muescas de aire para la piel muerta de esta res… Talla dos palabras en mi pecho, toma, abro la camisa. Hazlo con mi navaja. Sé mi perro negro.
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[Nick Cave, bautízame]
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Todas mis gracias y un beso.