Pequeño miliciano

02/07/2013
Barcelona, 1936 - Robert Capa

Robert Capa, España, 1936

Para Laura Castañón, novelista, bajo cuya mirada escribí, hace una eternidad, tres textos a partir de una foto

1.

Plano medio largo, ligeramente picado, en blanco y negro, de un niño de siete u ocho años, en escorzo. La composición está construida en torno a una línea diagonal, del margen superior izquierdo al inferior derecho. El espacio del cuadro situado a la izquierda de esa línea está ocupado por el niño. El derecho permanece vacío, apenas una mancha de suelo de tierra, subrayada, muy al fondo, por los pies de una persona.

El centro visual de la foto es la cara del rapaz, levemente asustado, posando con envaramiento, los ojos de pupilas negras apuntando al objetivo. El niño es moreno, con el tostado inequívoco de la gente de campo. Tiene la nariz grande, las orejas disparadas y carnosas, las cejas espesas, el pelo lacio muy recortado, el labio inferior pulposo y saliente.

Está atrezado de miliciano, con un correaje en banda que sostiene la pequeña cartuchera a la cintura y un fusil de juguete, tal vez de compresión por aire, colgando del hombro izquierdo. La única mano visible, la de ese lado, está cerrada en un puño, apretadísima, sobre la culata.

La ropa es de domingo: un jersey de lana acanalada, seguramente tejido a mano, con solapa muy amplia y cuello de picos extremados, cerrado hasta la barbilla por dos botones redondos y nacarados. El pantalón es un bombacho que seguramente, es una suposición, la foto no nos permite saberlo, acabe en la pantorrilla.

Sobre la cabeza lleva un gorro paramilitar del que cuelga una borla. La gorra luce dos leyendas, visibles sólo parcialmente. En un lateral puede leerse, entrecomillada y en mayúsculas, la palabra “acero”. Sobre la costura central aparecen, también en mayúsculas, de un tipo tres veces mayor que el otro, las letras U y H.

Los demás elementos de la imagen, pese al escaso peso visual, no son meramente decorativos. Los pies del fondo están en postura militar de firmes, con una culata de fusil apoyada en el suelo, al lado de unos botones recios. En la esquina inferior izquierda aparece una hoja metálica, acaso una bayoneta dada la inclinación del chaval, que parece apartarse del filo cortante.

2.

Sobresalto. El click. El hombre-máquina. El click.

Aquí las hierbas son tan aceradas que padre no necesita cuchilla de afeitar.

Ayer llamaban al cura Don Alfredo. Hoy lo llaman hijo de puta.

Óxido. Incluso el agua de la fuente parece oxidada.

Escuchando con los ojos y mirando con los oídos, desarrollando facultades síquicas.

Me contaron que en las noches de helada, en las trincheras, los hombres abren el vientre de los bueyes para dormir caliente.

En casa de los beatos leen la Biblia en voz baja, dice padre. Los morteros fascistas tiñen de oro la palabra de Dios.

Las moscas bailan con la pereza de un huésped sobre el barro de los párpados.

Mi hermano regresó con una rodilla destrozada. Le dijo a la novia:

— Tengo ganas de vaciar la botella de tus labios

Un puercoespín hunde el hocico en mi pecho. Padre dice que dejará de hacerlo con el tiempo.

Una bala perdida mató ayer a madre.

3.

Aragón, arcilla y sol. Verano de 1936. Domingo, día de ensalada. Lechuga y tomates en la trinchera. Lechugas y tomates nuestros, colectivizados. Fusilamos al cacique. Nosotros, los Hijos de la Noche.

Sin Dios, sin amo, sin patria. Sin clases sociales. Por eso escribimos: Uníos hermanos proletarios. Por eso pintamos UHP sobre la cal blanca de las tapias. Fusilamos al cura. Quemamos los santos de los altares. Expulsamos a la Virgen. No decimos “adiós”, decimos “salud”. Nosotros, la Banda Negra.

Parada militar proletaria en la plaza del pueblo. Esperando a Durruti, bebiendo vino. Venga, niño, ese señor extranjero quiere tomarte una foto. Mira la cámara. Cálate la gorra. Cuidado con la bayoneta.

Bebiendo vino con el naranjero dispuesto. Esta máquina mata fascistas. Nosotros, el mundo nuevo.

Llega Buenaventura. Buenaventura Durruti, matador de cardenales, metalúrgico, atracador de bancos… Le ofrecen la bota. Tinto incautado. No lo quiere. Lo rechaza. Se cala las gafas de carey, se ajusta las cananas.

— ¿Vino? ¿Os dais cuenta de que los fascistas pueden llegar en cualquier momento y masacrar al pueblo entero, a vuestras compañeras, a vuestros niños, a quienes os han confiado su seguridad? No sois dignos de pertenecer ni a la Columna ni a la CNT ¡Dadme vuestros carnets! ¡No sois cenetistas, ni obreros; sois mierda, nada más que mierda! ¡Iros a vuestra casa!

Vergüenza. Nosotros, los Dinamiteros.

— Niño, ¿qué haces así vestido?

— Quiero ir a la trinchera con padre.

— Vuelve a la escuela. La guerra es para que triunfe la revolución y cambie la vida del ser humano. Nosotros disparamos para que tú acabes con la miseria.

Nosotros ¡Viva Aragón sin Gobierno!

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