Maryam Sahinyan, la refugiada armenia que retrató la vida social de Estambul durante 50 años

30/07/2013
Foto Galarasaray  Istanbul  Beyoglu, 05.1961 © Maryam Sahinyan - courtesy Tayfun Serttas & Yetvart Tomasyan

Foto Galarasaray Istanbul Beyoglu, 05.1961 © Maryam Sahinyan – courtesy Tayfun Serttas & Yetvart Tomasyan

La historia de Maryam Sahinyan (1911-1996) es una de esas peripecias humanas con carácter epopéyico que consuela, reafirma el crédito en los seres humanos y convierte la fotografía en un camino ejemplar. Nacida en mal momento, en vísperas de la despiadada I Guerra Mundial, y peor lugar, en la zona de la Anatolia Central de Turquía, pertenecía a una familia de origen armenio que tuvo que escapar con urgencia del primer genocidio sistemático moderno, la matanza de entre un 1,5 y 2,5 millones de personas por razones étnicas.

Refugiados en Estambul, donde la crueldad racial de los hipernacionalistas turcos contra los armenios no se había desatado, Sahinyan gestionó durante cincuenta años, entre 1935 y 1985, el estudio Foto Galatasaray. En sus modestas instalaciones, que cambiaron de localización tres veces, y con una vieja cámara de placas de cristal, Sahinyan trazó una de las historias visuales más detalladas y poéticas de la capital turca.

Cuando decidió retirarse, a los 74 años, había retratado en silencio y sin grandes pretensiones artísticas la deriva étnica, social, religiosa, política y económica de la vibrante capital de Turquía durante momentos decisivos. La fotógrafa, la primera mujer que se dedicó profesionalmente al oficio en el país, dejó un legado de 200.000 negativos que son considerados como el archivo de imágenes más importante de Turquía desde un punto de vista demográfico, cultural y social; el único inventario íntegro de uno de los muchos estudios de fotos que trabajaban en la ciudad, y uno de los pocos ejemplos intocados que se conservan de archivos de placas de cristal fotosensible.

La exposición Foto Galatasaray – de fotostudio van Maryam Sahinyan (Foto Galatasaray, el fotoestudio de Maryam Sahinyan), en cartel en el centro de fotografía FOAM de Ámsterdam (Holanda) hasta el 12 de mayo, muestra una selección de la obra de esta mujer culta —hablaba francés, italiano, armenio y turco— que vivió entregada al trabajo en el estudio —no se casó, no tuvo hijos…— y mantuvo la integridad artística frente a la intolerancia que más de una vez tuvo que sortear por razones de sexo, aunque la condición de mujer también la ayudó a conseguir clientas, que se sentían más cómodas frente a una mujer que ante un hombre. La llamaban «la fotógrafa favorita de las mujeres».

Foto Galtasaray ofrecía retratos familiares o destinados al recuerdo o la promoción personal —desde la pareja recién casada hasta dos boxeadores en pose, pasando por retratos de pasaporte, signores italianos de visita de negocios o religiosos de distintas órdenes—, pero Sahinyan no cayó en el efectismo de otros. Nunca utilizó, por ejemplo, los forillos con decorados artificiosos como fondo de las fotos y, aunque la luz es directa y sin uso dramático de las sombras, intentó que sus imágenes aprovechasen el glamour, la candidez y la tensión que emanaban de los personajes. Tampoco aceptó la llegada del color y los avances técnicos y siguió usando la cámara de gran formato y los negativos en blanco y negro que revelaba y pasaba a papel ella misma.

El archivo, señalan desde el museo, «prueba la necesidad y gran importancia de una representación cultural en el ajetreo de la vida diaria» de la gran urbe turca. Las fotos que hizo en silencio Sahinyan abarcan períodos políticos decisivos, como la guerra entre Turquía y Chipre de 1974, añaden, «reflejan los cambios demográficos derivados de la geopolítica, entre ellos la disminución de las poblaciones griega, judía y armenia; los cambios en vestimenta, accesorios y peinados, las diferencias generacionales creadas por adaptación a la ciudad y los prototipos de género».

Nieta de Agop Sahinyan Pasa, parlamentario otomano, y nacida con los privilegios sociales derivados de esa condición, la futura fotógrafa pertenecía a una familia con grandes posesiones en Anatolia —una treintena de aldeas con sus tierras les pertenecían en propiedad—. Tras buscar refugio en Estambul contra la persecución étnica, vivieron modestamente. Su padre se asoció en 1933 con dos fotógrafos balcánicos que gestionaban un estudio de fotografía. Maryam se hizo cargo de las instalaciones dos años después tras aprender los rudimentos del oficio.

[Escrito para Artrend – 20 minutos]

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