Gesto taimado, «problemas sicológicos», «antecedentes policiales por consumo de drogas», autor de poemas sobre masturbación en la ducha del gimnasio, y, less but not least, va ser defendido por la misma abogada que representó a Unabomber, Theodore J. Kaczynski, y Zacarias Moussaoui, el francés condenado en los Estados Unidos por los atentados del 11-S.
En el tablero donde jugamos a la barbarie Jared L. Loughner, el pistolero de 22 años acusado de la matanza del sábado pasado en Tucson, ha sido colocado en el banquillo destinado a los condenados.
Es probable que lo ocupase desde que nació. Daba miedo, vienen a decir docenas de presurosos y emotivos testimonios.
Y había comprado en el Sportman’s Warehouse (Almacén de los Deportistas) una Glock de 9 milímetros. Con todas las de la ley.
La foto de la vivienda de Loughner está iluminada por la luz inclemente y fronteriza de Tucson. Es una casa de planta baja, situada en la Avenida Soledad. La geodesia es también una forma de identidad.
El perfil social del pistolero, sus movimientos por Internet, que son los escasos movimientos que se nos consienten, revelan que era un lector de buen gusto y que su índice de consumo cultural supera con creces el de la media, por ejemplo, de españolitos, que no pasan de un libro al año.
Estos son sus libros favoritos, según la lista que dejó en su MySpace:
Rebelión en la granja, de George Orwell.
Un mundo feliz, de Aldous Huxley.
El mago de Oz, de L. Frank Baum.
Las Fábulas, de Esopo.
La Odisea, de Homero.
Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo, de Lewis Carroll.
Fahrenheit 451, de Ray Bradbury.
Peter Pan, de James Barrie.
Matar a un ruiseñor, de Harper Lee.
Alguien voló sobre el nido de cuco, de Ken Kesey.
Pulp, de Charles Bukowski.
El manifiesto comunista, de Karl Marx.
Siddartha, de Hermann Hesse.
El viejo y el mar, de Ernest Hemingway.
Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift.
Mein Kampf, de Adolph Hitler.
Ya han sido publicados los primeros analisis del hit parade. Siempre hay filólogos y sociólogos dispuestos para estas labores de limpieza de cloacas.
En la prestigiosa e-revista Salon, Laura Miller publica The real message of Loughner’s book list. ¿Su sorpresa? ¡Han acertado! Que no aparezca El guardián en el centeno, conocido manual infalible después del cual vas y le descerrajas tres tiros a una luminaria del pop. ¿Su conclusión? Que el perfil lector de Loughner muestra a un chico desorientado, paranoide y esquizofrénico.
En favor de la analista hay que anotar que desliga los libros de la locura: «La verdad de la enfermedad mental es que golpea sin que importe la afiliación política o la orientación ideológica, convirtiendo mentes hermosas en fábricas de sinsentidos».
Como la tele, Internet, el botellón y la ropa de H&M.
Me gustan los libros que leía Loughner. Sin algunos (Peter Pan, la saga de Alicia, el Marx) no podría vivir.
Me hace gracia lo del perfil lector. ¿Cual sería el nuestro?
Me encantan los libros sobre asesinos en serie, las novelas de Genet e incluso «Viaje al fin de la noche»… Creo que he cruzado la línea roja =)
Eres un caso perdido y nadie va a cruzar esa línea para traerte de vuelta, ¿no sabes,no? :)
Sí, lo tengo muy claro.
Es curioso que un republicano radical, como se le ha descrito en la prensa, tenga esta biblioteca. Quizás vaya en orden lectura, siguiendo la lista, su evolución mental. De creerse Gulliver terminó con Hitler. La ultima foto publicada en la prensa del personaje es digna de una película de wes craven: los medios empiezan a hacer su trabajo expresionista.
De todos modos hace ya siglos que dejé de creerme la tan recurrida figura del perturbado yanki que elimina a las figuras molestas de su país por obra de una crisis de amok o también llamado ataque de rabia divina.
Algo huele mal entre el centeno.
¿Es un «republicano radical» o pobre alienado?
Sus libros, sin embargo, me gustan, insisto.
acabo de leer una pieza con la que estoy muy de acuerdo (los medios yanquis quizá sean yanquis, pero son bastante más ecuánimes que los de por aquí)
http://www.slate.com/id/2280694/?from=rss
Pobres alienados somos todos, insisto. Solo un psicópata puede sentirse a gusto en un mundo dominado por anarcomercados, bits de la muerte, transacciones depresivas, bolsa de pobreza expansiva, y trenes de alta velocidad hacia la miseria estética, moral, espiritual, metafísica, abstracta, animal y empírica. Y no por ello disparamos contra un congresista. Si hubiera leído a fondo Siddartha y fuera su libro de cabecera es difícil que hubiera asesinado a una niña. Si hubiera leído a fondo el manifiesto comunista quizás su objetivo hubiera sido el tea party, si hubiera leído a fondo Pulp, quizás sería un vagabundo borracho ácrata y con cagarse en el mundo y fumarse un pitillo dentro del mcdonalds habría tenido su gran rebeldía… pero claro, estoy utilizando la lógica en un mundo gobernado por viejas supersticiones, nuevos dioses, tan caprichosos como los anteriores, denominados sacros mercados. Quizás el oráculo de Google tenga respuesta para estos tiempos aciagos.
Creo que hablamos de casi lo mismo. La alienación común la doy por supuesta (aunque no cargo las culpas en la economía, sino en la soledad y autosuficiencia que cultivamos con tanto inútil y peligroso esmero). No puedo imaginar que «Siddartha» sea libro de cabecera de nadie excepto un adolescente que lo combine con Paulo Coelho y el WarHammer. Es demasiado pueril. Lo mismo pienso de «Pulp» (decir ‘caca, culo, pedo…’ nunca fue un mérito). Me llama más la atención «Peter Pan», que sí me parece fundamental para vivir y soportarlo. ¿Quizá la mezcla de Barrie y Marx indigesta demasiado?
Tal vez sea indigesta, sí. Pero Rubalcaba y Belén Esteban, siguiendo esta lógica, unidos en nuestra mente catódica, deberían estar creando mismito ahora hordas de Mansons dispuestos a escribir PIGS con la sangre de nuestras inmaculadas madres, y por ahora, solo veo algo de cordura en Tunez (tal vez sea los milagros de la parabolica).
Sí, de acuerdo con Túnez. Y acaso esos probables mansonitas ya anden entre nosotros: incapacez de rotular grafitis con sangre, pero muy capaces de matar a su mujer y sus hijos, de explotar a sus empleados, de quedarse en casa mientras llueven piedras…
Manson resucitado sería un buen título para algo.
Nuestro abandonado (mea culpa, bro) libro de no-reportajes, por ejemplo.
Era bonita aquella historia, espero que al contrario del pianista preso haya tiempo.