Ligeti se asoma al otro lado

17/01/2011
György Ligeti (1923-2006)

György Ligeti (1923-2006)

Al pairo del hallazgo de metraje inédito de 2001: una odisea del espacio (1968), una de las películas (por usar el término canónico: para mí no es cine, es un puro tormento) más sobredimensionadas de la historia, recuerdo una de las muchas perradas de su director, el megalómano Stanley Kubrick.

Durante la producción del film, Kubrick robó para la banda sonora cuatro piezas de música (Atmosphères, Lux Aeterna, parte del Requiem y Aventures) de György Ligeti.

No intentó negociar com el compositor, ni ponerse en contacto con su editora. Simplemente, arrampló con las partituras con la misma desvergüenza de dictador con que se comportaba con sus actores, ayudantes y colaboradores.

Tras unos años de litigio judicial, Ligeti ganó el pleito y fue resarcido con 3.000 dólares. La película costó 10,5 millones, con un sobreprecio sobre la cantidad prevista en inicio de 4,5 millones. Es decir, el compositor de buena parte de la banda sonora cobró el 0,02 por ciento del presupuesto final.

Me importan muy poco Kubrick y sus mañas. Me parece un cineasta pelma cuya consigna es que su toque se note en cada plano, uno de esos a los que John Ford rompería la cara de una bofetada antes de mandarlo a rodar planos generales con la segunda unidad.

De la obra de Kubrick, que amaba a perros y gatos y despreciaba a sus semejantes, salvo dos películas, Senderos de gloria (1957) y El resplandor (1980). Todo lo demás me parece banal o miserable. La naranja mecánica y Eyes Wide Shut deberían ser exhibidas a los alumnos de Cine como ejemplos de ridiculez.

Ligeti es otra cosa, el anverso de Kubrick. Donde éste ofrecía pomposidad, aquel proponía moderación. Donde el cineasta actuaba con el capricho neurótico de los jactanciosos, el músico se dejaba llevar por  la melancólica humildad de quienes han sufrido.

Judío nacido, en mayo de 1923, en la Transilvania entonces húngara (como Émile Cioran, del que ayer escribí aquí), su familia fue masacrada en los campos de la muerte nazis (su padre y su hermano murieron en 1945 en Bergen-Belsen y Mauthusen, respectívamente). A él le obligaron a trabajos forzados y luego le reclutaron para una unidad logística del ejército de Hungría.

Ligeti murió en Viena en junio de 2006, a los 83 años.

El obituario de la BBC le equiparaba a Pierre Boulez, Iannis Xenakis y Karlheinz Stockhausen y señalaba:

De acuerdo con las convenciones del buen gusto, Ligeti estaba situado en el filo más cortante de la cultura popular de izquierda. El mismo admitía que sus influencias iban de los dibujos animados y los cómics a las diferencia filosóficas entre el orden rígido de los relojes y el caos natural de las nubes.

Me gustaba el aspecto de Ligeti: me hacía pensar –pantalones arrugados, pelo revuelto, sonrisa de travesura– en las heridas que la música provoca, en la dulzura y la paciente espera, en los tumultos y las sonrisas, en el abandono y el ilusionismo.

Le descubrí muy tarde, en los años noventa, mientras el mundo occidental adulaba a los chicos-noise y se lanzaba, despreocupado, al suicidio colectivo.

Trabajábamos, J. y yo, en el documental Marea blanca: habíamos acabado de grabar, durante dos meses, la más bella historia que haya caído en mis manos (una parábola sobre la juventud, el fuego, la dominación, la música y el poder que nuestro productor ejecutivo, el vampiro Pedro Erquicia, deseaba convertir en un reportaje de medio pelo), y debíamos escribir el guión técnico final y montar el material.

A mí, como siempre, me tocó elegir la música (J. se confiesa demasiado partidista: si por él fuese, Neil Young, Leonard Cohen y Tom Waits bastarían como banda sonora universal.

La música me hace soñar –tal vez deba escribir ‘me hacía soñar’, en pasado: no sé qué me sucede con la música desde hace meses, me han desconectado– y siempre he empleado la misma táctica para buscar bandas sonoras: dejo que la música me lleve a la imágenes, que las sugiera, que golpee en la puerta.

Recuerdo aquella noche inmóvil, sin interrupción: rodeado de discos, midiendo el alcance de las canciones, buscando ráfagas, motivos, cortinas, hojas de sonido, cerrando los ojos para mecerme.

Salí del viaje arañado por varias fieras:

Para ilustrar la travesía, de la utopía a la tragedia, de una generación entera de chicos arrasados por un incendio, Led Zeppelin y varias canciones de Physical Graffiti (1975).

Para las secuencias de archivo de los aduaneros persiguiendo planeadoras, el nervio de la segunda época de King Crimson.

Faltaba, sin embargo, un matiz musical para el eje de nuestra historia: las imágenes de la foto del equipo de fútbol (Dejádnos vivir: el más bello lema) donde todos ellos, futuros cadáveres, sonrieron por última vez.

Quería un motivo radial, encintado, sin sugerencias, un enredo paradójico que contuviese las sensaciones de juego, peligro, odisea y ansia. No me servía el rock, que abandona ese tipo de ecos, es plano y directo; ni el jazz, que está siempre condicionado por el desamparo del músico.

Encontré a Ligeti como encontré el amor, por intuición animal. Estaba en el departamento de música clásica de una tienda, alfabeticamente abandonado junto a Listz.

Ya lo he dicho, me gustó su aspecto, fue un amor visual antes que otra cosa.

Me llevé todos los volúmenes de la edición especial que Sony editó en 1996 y allí estaba la piecita que nos hacía falta para el documental: un fragmento de Musica ricercata, que manipulamos en el estudio de sonido para construir un rizo.

Pero, sobre todo, caí en uno de esos paraísos que me acompañarán hasta la muerte: la música de picardía y ensueño de un tipo que estaba encantado de estar vivo, jugar a la contradicción, vagar y llevarnos de la mano. Un rico vagabundo de pelo loco, sano y enfermo, pareciendo estar aquí y, al tiempo, asomándose al otro lado.

Magány (Solitude)

György Ligeti – Magány (Solitude) [A Cappella Choral Works – London Sinfonietta Voices]

Hungarian Rock

György Ligeti – Hungarian Rock (Chaconne; 1978) Vivacissimo molto ritmico [Mechanical Music]

Rubato

György Ligeti – Musica ricercata – Rubato. Lamentoso [Mechanical Music]

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7 Responses to Ligeti se asoma al otro lado

  1. David on 17/01/2011 at 16:03

    Un texto precioso. Me acercaré ahora a la Marea Blanca.

    Totalmente de acuerdo con Kubrick, sobrevalorado hasta extremos que sonrojan. No sabía lo de Ligeti, tampoco me extraña, su desfachatez no conocía límites. No sé, yo creo que no era humano, creo que 2001 es su autobiografía: y el niño planeta creció e hizo películas.

    Preciosas las muestras de Ligeti.

  2. laura on 17/01/2011 at 21:24

    i just finished watching the documentary, marea blanca (i have the day off from work due to dr. mlk jr.)

    great choice of music for the doc….i had not heard of ligeti, although… hungarian rock sounds like i heard it before…mmmm, perhaps on the john schneider radio show on kpfk or on the moving feet of 4 year olds. no se.

    the «pacheco scene» of the doc killed me. i wanted the camera to follow him all day…thanks for sharing…

    (‘almost forgot….i looove eyes wide shut…my reasons are simple and uninteresting..but, may i suggest something? please watch the film again with your zizek and lacan glasses…the ridiculous and the vulgar will fall into place)

    • j.a.g. on 17/01/2011 at 22:06

      Thanks a lot, Laura. We tried to follow Pachecho. We even talked with him. But he was far out, spaced, a thousand miles behind… Ok, I’ll give another chance to «Eyes…», but…

  3. Alejandro on 18/01/2011 at 14:39

    Yo ya le di una segunda oportunidad a «Eyes .. » y no cambió mi opinión: no hay un solo minuto de metraje que no sea ridículo. Y encima la peli es un peñazo.
    No conocía a Ligeti. Me pongo a ello.
    Un abrazo.

  4. Hperbole on 19/01/2011 at 11:51

    No estoy de acuerdo con 2001. El monolito y los monos pertenecen al ideario colectivo. Y eso, mal que nos pese, tiene un mérito en la construcción de los sueños y los totems visuales del inconsciente.

    Por no hablar de Hal, el arquetipo de la tecnología deicida. La generación de iconos y arquetipos no es una tarea fácil, plasmar en imágenes el devenir telúrico místico nunca fue sencillo; Jodoroswski lleva intentándolo toda su vida, y ahí sigue, infértil. Y solo por ello, creo que 2001 merece algo así como respeto, o si lo prefieres, visión multidisciplinar. En cuanto a la película, llega a aburrir y es cobarde al no querer resolver, pero no todo el cine tiene que entretener y ser valiente, y no todos los libros tienen que ser Rayuela. Un exceso de «verdaderos genios» conduciría la civilización al suicidio masivo.

    • j.a.g. on 19/01/2011 at 12:46

      No me asquea 2001… por aburrida (me gusta cierto ánimo laxante en el cine, cierta tenebrosa lentitud), sino porque es pomposa, jactanciosa y preñada de filosofía de tocador. Es un barato manual de lugares comunes. Desde el punto de vista cinematográfico, también.

  5. […] semanas escuchando música de Reich (y de otros de su calaña, como Ligeti). La disolución definitiva del pop-rock, su desaparición, me llevan a buscar otras […]

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