Hola loco,
Prefiero recordarte sin ese gesto de agrio desamparo con el que te muestran hoy en las necrológicas. Te prefiero con dientes.
Algunos obituarios se atreven, vaya desvergüenza, a llamarte transgresor, esa palabra que debería condenar al usuario a fusilamiento en la plaza pública. Transgrede quien sobrevive, nunca quien muere.
Eras tan insufrible, tan molesto, tan desigual, tan perdidamente ajeno a la mentira…
Esquizo, decían.
«Si es loco es un hipócrita, no está loco, es un hipócrita y punto», respondías en las entrevistas, siempre con la palabra «heces» o la palabra «follar» o la palabra «semen» preparadas para ofrecer un buen titular. Estabas loco.
Durante años fuiste mi arrebato. No sería sin ti quien pretendo ser.
Sólo la nieve sabe
la grandeza del lobo
la grandeza de Satán
vencedor de la piedra desnuda
de la piedra desnuda que amenaza al hombre
y que invoca en vano a Satán
señor del verso, de ese agujero
en la página
por donde la realidad
cae como agua muerta.
Duerme, loco. Ya era hora de que te dejasen hacerlo.
Es hora de que intentes dormir y dejes de darnos la murga.