Leonard Cohen, rey de las noches

11/11/2016
Leonard Cohen (1934-2016)

Leonard Cohen (1934-2016)

Hola, grieta,

Acabas de marchar en el tren de los judíos: la sangre llamaba, la edad era mucha y las heridas aún permanecían abiertas como la boca tenaz de Hitler, al que tuviste la valentía de regalar flores que disimulaban barbitúricos.

En los tiempos en que fui tuyo, cuando te mecías como un partisano solitario, vestías con el riguroso color de la arena del Sinaí y eras de los pocos que se atrevía a confesarse sionista —nada menos: ¡cuánto han olvidado los que hoy glosan tu cuerpo poético!—, pertenecías al reino de las noches, que repoblabas con lánguidas oraciones sobre sexo y desolación.

No había opción: las canciones de Leonard Cohen, gusanos, se colaban en las grietas que consentía el autárquico Dylan, al que siempre envidiaste con elegancia.

Eras una guitarra y una voz de caverna. Hablabas de despojos, de la tinta de la tristeza, de las mujeres con las que desebas acostarte (que solían ser muchas), de los señoríos del paraíso y los bienes gananciales del infierno. Eras duro, eras piel, eras el mástil de una bandera y la vieja gabardina, la opción austral, el gueto, la memoria…

Dejé que te alejaras cuando comenzaste a recorrer el mundo arropado por una rondalla mediterránea, a consentir que te inflaran la voz con efectos, y a presidir los carteles de festivales para tus nietos descerebrados y marquistas. Sé las razones —la quiebra, la traición de aquella agente desgraciada—, pero nunca entendí por qué no regresaste al monasterio zen para ahondar en el silencio entre dos olas…

En el diario escribí que me sentía traicionado:

El hombre cansado y viejo que recorre los festivales teen en los últimos años está pidiendo limosna. Quizá la merezca por sus imperecederas canciones (Joan of Arc, Famous Blue Raincoat…) y por la influencia de su elegante timbre en algunos trovadores que le imitan, pero sus shows rozan lo tétrico: perfectos (pero gélidos) músicos mercenarios, coro de vocalistas para envolver el susurro del maestro, cortinajes de terciopelo azul, un aire de ceremonial yiddish, todos con pret-a-porter a la Cohen (sombrero, traje a rayas).

Tampoco entendí que te dejaras agasajar —con lágrimas incluso— por los delincuentes que te dieron el Príncipe de Asturias, pero lo observé con lo que pretendía ser una ojeada irónica:

La “balada interminable” mola como titular poético, pero de informativo no tiene un pelo. Cohen es un macho dominante, un tipo incorrecto, un poeta de vísceras… El tiempo le ha domesticado, es cierto, pero las obras no entienden de relojes y siguen siendo tan lúcidamente groseras como siempre.

No debes entenderme mal: aunque nos perdimos, me duele la añorada corporalidad de las noches de las que fuiste propietario. Fueron tantas que no hay numerología cabalística para contarlas.

Sé que allá arriba seguirás conquistando a todo el santoral. Marianne te vigila, ten cuidado.

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One Response to Leonard Cohen, rey de las noches

  1. […] notables, los casi 4.000 ahogados en el nunca más homérico Mediterráneo, quizá soñando, como Leonard Cohen, con Lorca, mientras la UE sueña con la antiadherencia de las letrinas a los excrementos; mi […]

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