Kiki, un incendio

07/02/2011
Kiki retratada por Man Ray, 1924

Kiki retratada por Man Ray, 1924

En una primavera como cualquier otra primavera, la de 1953, una mujer se desploma en una calle como cualquier otra calle. La rue se llama Bréa y el barrio Montparnasse.

La mujer (dicen que alcohólica, dicen que aficionada al opio) se llama, según anota un gendarme en el informe policial, Alice Ernestine Prin. Tiene 51 años. El colapso la lleva a la muerte, unos días más tarde, el 29 de abril.

Todo es fabulación: el nombre, la edad, la primavera. La mujer, que amó y fue amada por la tropa bohemia al completo: Francis Picabia, Jean Cocteau, Arno Breker, Alexander Calder, Per Krohg, Hermine David, Fernand Léger…, no respondía a la vulgar filiación procesada por la Gendarmería.

Las lápidas funerarias nunca adolecen de esa imprecisión. Son categóricas. La de la mujer, en el Cementerio de Montparnasse (donde la acompañana en las largas noches de juerga de los difuntos Julio Cortázar, Roland Topor, Tristan Tzara, César Vallejo, Jean Seberg e incluso alguno de sus amantes…) dice: «Kiki, 1901–1953, cantante, actriz, pintor, Reina Montparnasse».

Kiki de Montparnasse. No Alice Ernestine Prin.

La reina deslenguada, la musa siempre atenta.

Amiga de las cofradías de artistas, fustigadora de sus egolatrías («vosotros habláis mucho sobre el amor; pero no sabéis hacerlo»), compañera de crápulas, anarquistas y ministros. Cantante de indecencias. Actriz impertinente. Artista mediocre pero arrebatada. Kiki.

Ante Man Ray, que la retrató mejor que nadie, se quitó toda la ropa y desnudó el espíritu. Unos meses después de conocerse, ella le escribió:

Kiki de Montparnasse - Man Ray, 1922

Kiki de Montparnasse - Man Ray, 1922

«Siento un dolor en el corazón al pensar que esta noche estarás solo en tu cama, te quiero demasiado, sería bueno que te amara menos porque no estás hecho para ser amado, eres demasiado tranquilo. A veces tengo que suplicarte por una caricia, por un poquito de amor… Pero tengo que aceptarte como eres, después de todo eres mi amante y te adoro; vas a hacerme morir de placer, de amor y de pena. Te muerdo la boca hasta que sangra y me emborracho de tu mirada indiferente y a veces mezquina».

Siempre fue un incendio: a los 13, recién llegada a París desde el poblacho natal de la Borgoña, compraba ropa usada que customizaba antes de que el verbo fuese sinónimo de mala copia, se engrasba el pelo y se pintaba los labios con tintes que extraía de las flores rotas encontradas en la basura…

Su madre la llamó «puta asquerosa» por posar desnuda a los 17.

Montparnasse la adoptó.

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Ballet mecanique – Fernand Legér, 1924 (parte 1)

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Ballet mecanique – Fernand Legér, 1924 (parte 2)

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