El pre adolescente Daniel Johnston entre sus padres, Mabel y Bill
Hoy celebra medio siglo de vida Daniel Johnston (Sacramento, California, EE UU – 1961), uno de los outsiders más famosos de todos los tiempos.
Se supone que se trata de un músico.
Sus canciones (muchas, centenares, quizá miles: no deja de grabar todo lo que canta desde que era un crío) recibieron en 2004 el placet de la aristocracia: Tom Waits, Beck, Wilco, TV on the Radio, Eels, Teenage Fanclub, Deathcab for Cutie y otros le versionaron en el disco de homenaje The Late Great Daniel Johnston: Discovered Covered; mucho antes, Kurt Cobain le lanzó a la estratosfera de la fama al reeivindicarle a través de una t-shirt (ya se sabe cómo va la cosa: ves a la estrella con una camiseta y quieres comerte a la estrella a través de la camiseta), y el documental The Devil and Daniel Johnston (2005) le descubrió ante el público indie de Sundance y otras verbenas.
¿Le importa a Johnston toda esta jarana? Es presumible que poco o casi nada.
Enfermo de un trastorno bipolar, esa marea desnortada y convulsa de bilis negra y bilis blanca, Johnston prefiere seguir siendo amigo del fantasma bueno Casper, escuchar como los Beatles le dictan canciones cada día, eludir a los muchos demonios que le acechan, dibujar garabatos que pueden ser geniales o estúpidos (pero que se venden por cantidades de cinco cifras y han motivado demandas legales), diseñar la app Hi, how are you? para iPhone, y, casi siempre, dejarse llevar por otros antes de tomar decisiones por sí mismo.
Residente temporal de un lote de hospitales siquiátricos, es decir, víctima de las redes de la mafia farmacéutica, detenido por dos o tres ataques de furia homicida, dependiente, temeroso del mundo exterior y músico. En el sótano, pero músico.
Feliz cumpleaños, Daniel, eres un hombre. Feliz, cumpleaños, Daniel, sigues siendo un crío.
