© Andrew Birkin – Taschen
Eran geniales, atractivos, escandalosos, divertidos y adorados. El músico Serge Gainsbourg (1928-1991) y la actriz Jane Birkin (1946), francés e inglesa, se amaron en público y en privado con alegría y desfachatez, con elegancia y arte. Cuando él murió, un mes antes de cumplir 63 años, de un ataque al corazón seguramente relacionado con una vida de excesos, el presidente François Mitterrand le despidió comparándolo con Baudelaire. Birkin, que había tenido que separarse del músico tras casi 13 años de matrimonio porque el alcoholismo de él hacía imposible la convivencia, cayó en la hondura de la angustia. Ante la tumba confesó a sus allegados que también ella estaba siendo enterrada.
Desde 1968 —tiempo de por sí dado al tumulto—, Jane y Serge fueron la pareja. Nadie les hacía sombra y todos los flashes se encendían a su paso. Cuando se conocieron ella, una ninfa, tenía 21 años y él, un descendiente de judíos rusos con cara de estibador y encanto de hechicero, casi duplicaba la edad (40). La primera noche, contó Birkin años más tarde, él la llevó a un club, luego a un bar adorablemente perverso de transexuales y, finalmente, al Hilton. Pasaron la noche juntos en estado de estupor alcohólico pero íntimamente convencidos de que eran complementarios.
El libroJane & Serge, que ahora edita Taschen [176 páginas, 40 €], presenta la relación de ambos iconos desde un punto de vista inédito: la mirada de un familiar, Andrew Birkin, hermano de ella y buen fotrógrafo —también director de cuatro películas, entre ellas El jardín de cemento (1993), Oso de Plata en el Festival de Berlín—. El tomo, introducido en una caja de plástico, tiene un cuaderno de texto con una introducción escrita por Jane Birkin y las memorias de Andrew Birkin ilustradas con fotografías de infancia de la familia; un cuaderno de tapa blanda con contactos fotográficos; un cartel desplegable; cinco copias sueltas de fotos; una lámina con pegatinas y un parche bordado.
La mayoría de las imágenes no preteden cumplir afanes promocionales y esa característica de cándida inmeditez ennoblece el volumen, donde encontramos instantáneas cotidianas de la pareja, sus amigos y su hija, la hoy famosa actriz y cantante Charlotte Gainsbourg. Según escibe Jane Birkin en el prólogo, el libro nace del amor y la amistad, de las muchas jornadas que pasaron ella y Gainsbourg con Andrew Birkin —»éramos como un trío», dice con humor.
La actriz, en una carta abierta su hermano añade: Mi querido Andrew, esta carta es para ti, para darte las gracias por las fotos de todos nosotros en los mejores momentos de lo que fue nuestra belleza, con las bromas, las muecas, los líos de esa vida pasada, cuando Serge nos hacía reír hasta las lágrimas (…) Aquí está Serge como nunca antes había sido visto: padre gracioso, amante, poeta único».
El fotógrafo recuerda el amor incondicional de la pareja, que sobrevivió a la separación tras la docena de años de matrimonio y enumera anécdotas —las historias de Gainsbourg durante la ocupación nazi, cuando se subía a un árbol y pasaba todo el día encaramado para que los soldados alemanes no le molestasen por la estrella amarilla que le señalaba como judío—.
También recuerda la pasmosa audición antes de ser publicado del disco Jane Birkin/Serge Gainsbourg (1969), que incluía la orgásmica Je t’aime… moi non plus, en principio cantada por Brigitte Bardott, pero la actriz tuvo miedo del contenido explícito de la canción, que terminó siendo gemida por Birkin y denunciada por el Vaticano por impúdica. «Me quedé sorprendido, seducido y encantado con los suspiros orgásmicos de Jane sobre aqulla melodía de ensueño(…) La belleza de la canción afectó a todas mis neuronas, pero sabía que nuestos padres no podrían escucharla».
© Andrew Birkin – Taschen
