El velo que separaba a los muertos de los vivos era muy palpable en otro tiempo. Los difuntos estaban entre nosotros, eran admitidos y gozaban de privilegios.
El rito celta del Samhain druídico -la celebración de la llegada del invierno, la oscuridad y la noche del alma- es citado con frecuencia como precursor del Halloween invasivo de hoy que, contaminado por el comercio, imperializa la fiesta de los muertos.
Carnaval, mascarada, concurso de frikismos, maquillaje, atrezzo y lencería, ni un ápice queda de la comunión con los espíritus de los difuntos, autorizados a caminar entre los vivos durante una sola noche.
La pérdida de sentido es reciente. Lo demuestra el libro Haunted Air —no editado en España, pero de fácil compra electrónica—, una antología de fotos anónimas coleccionadas y recolectadas por Ossian Brown, músico del dúo electro-esóterico-industrial Cyclobe.
Todas las imágenes, datadas entre 1875 y 1955, son del día de los muertos. La mayoría, de niños disfrazados para recibirlos.
«Los relojes se han parado. Un vacío temporal. Y aquí están, observando inmóviles. Inmóviles en el punto en que dos palabras se cruzan: la familiar y la otra», dice en el prólogo del libro el cineasta David Lynch, fascinado, como no podía ser de otra forma dada su querencia por la ingenuidad retorcida y los insectos que la pueblan, por estas fotos de críos impávidos como avatares de los cadáveres cuya llegada esperan sin turbación.
Niño-lobo, niño-bestia, niño-boy-scout-pervertido, niño-pato-vicioso, niño-verdugo, niño-pasajero, niño-sanguijuela, niño-dominante…
Las fotos reunidas por Brown son tan efectivas en su perfidia que podrían pasar por montajes. Pero, he ahí lo fascinante, sabemos que no lo son.
Brown dice que su intención al entregarse a la búsqueda de fotos en mercadillos y otros contenedores de deshechos culturales es encontrar imágenes en las podamos percibir una «mutación natural» causada por el paso del tiempo.
No se trata solamente de que se haya oxidado o deteriorado el papel: se trata de que algo (¿debería decir ‘alguien’?) dentro de la foto, ha manipulado el sentido de la imagen, implosiónandolo, llevándolo a otra dimensión: ¿son fotos de Halloween?, ¿inocentes recuerdos de una noche de disfraces? o, al contrario, ¿son pruebas de que la puerta hacia el otro lado está abierta?.
Las criaturas humanas de Haunted Air -niños, la carne más tierna- están preparadas para descender hacia no sabemos dónde. Quieren llevarnos a su lado, pedirnos, con la suavidad gangosa de sus vocecitas, que les demos la mano para atravesar un límite del que no es fácil regresar.
Son fotos que hablan en un idioma que, para nuestra desgracia, por nuestro orgullo, hemos dejado de comprender: la lengua de la muerte, la putrefacción, los gusanos, la renovación y la vida.
Le premier fois ou le mot -Bizarre- c’est le plus parfait mot pour personne. Bizarro en cambio es casi peyorativo… Y no es la idea. Genial.
Lo veo íntegro, decidido… Me fascinó la cordura de su locura.
Una joya de libro para regalar en Navidades a mi entender que no tengo hijos, claro está.