Harvey Milk y su aliado Jim Jones

23/07/2013
Harvey Milk (izq.) y Jim Jones

Harvey Milk (izq.) y Jim Jones

Me gustan los libros porque permiten la indagación y abren muchos caminos para las historias modestas que, una vez entretejidas, componen la gran historia. Por la razón contraria, porque son lineales, condescendientes y cerradas, sospecho de las películas, sobre todo de aquellas cuyos autores venden como «basadas en hechos reales».

Acabo de leer un libro que, entre otras virtudes, desmonta una de las películas hagiográficas más denodadas de los últimos tiempos, Mi nombre es Harvey Milk (Gus Van Sant, 2008), presentada como la biografía cinematográfica y verdadera del concejal Harvey Milk, el primer gay no metido en un armario que fue elegido concejal de una ciudad de California.

Season of the Witch, escrito por el periodista David Talbot (dejo claro desde este momento que se trata de un tipo progresista y nada sospechoso de odios derivados de las opciones sexuales de cada quien: baste anotar que fue el fundador y es el actual editor jefe de Salon, uno de los sitios web más prestigiosos del periodismo online), revela la amistad y complicidad política del adorado Milk, que en San Francisco tiene categoría de santidad intocable, con el perverso Jim Jones, fundador de la secta cristiano-comunista Templo del Pueblo e instigador del asesinato y suicidio intencional masivo de 913 personas, entre ellos 240 niños, en 1978.

Cubierta de "Season of the Witch"

Cubierta de «Season of the Witch»

Hablar de la parte oscura de Milk no es delito en San Francisco, pero sí un pecado muy grave en una ciudad donde el lobby gay tiene un gran poder político y económico desde finales de los años setenta. Casi todos los detalles inadecuados de la vida del concejal —demagogia, violencia, clientelismo, la invención de una historia infantil de maltratos…— han sido borrados de las historias oficiales y sólo pueden ser contrastados si se ahonda con intensidad.

Que la vida de Milk acabase con los disparos de un asesino alunado —e injustamente sentenciado a una condena blanda— añade a la figura un matiz de santidad que impide ejercer la crítica so pena de ser considerado un agitador o un apostol de la incorrección —ser gay es casi siempre muy fancy en San Francisco, pese a que ahora mismo el mayor enemigo del pueblo es otro concejal homosexual, el funesto Scott Wienner—.

Talbot ha sacudido la moral equívoca de todo este asunto para trazar lo que, pese a ser vox populi, no era mencionado por casi nadie: los tratos políticos y de favores mutuos de Jones y su secta con Milk y el alcalde George Moscone, asesinado minutos antes que el concejal en el mismo rush homicida, y otro personaje intocable en el santoral local.

En Season of the Witch Talbot revela cómo Jones y sus acólitos (más de 8.000) cometieron un fraude electoral en las elecciones locales de 1975, recorriendo los colegios electorales de los barrios más deprimidos de la ciudad, donde los censos tenían fallos y la fiscalización era nula, y votando repetidas veces, gracias al cual Moscone fue elegido alcalde (por un margen de solamente 400 votos).

También añade que el pastor paranoide, del que se sospechaban muchas maldades que eran obviadas por el gran poder que manejaba en almas abducidas, tenía a Moscone atado de pies y manos porque le conseguía los servicios sexuales de muchachas negras menores de edad, la gran debilidad del alcalde.

Carta de Milk a Carter

Carta de Milk a Carter

Unos meses antes de morir, Milk escribió esta carta al entonces presidente de los EE UU, Jimmy Carter. Le pedía que intercediera para que Jones, ya por entonces establecido con parte de sus fieles en Jonestown, en Guyana, siguiera cobrando las subvenciones que la Seguridad Social se negaba a transferirle al extranjero por los niños que adoptaba en masa con la única intención de rentabilizarlos.

Ya por entonces, y desde los últimos tiempos de Jones en San Francisco, familiares de personas secuestradas por el Templo del Pueblo tramitaban demandas judiciales contra el pastor por maniobras económicas ilegales con el dinero de sus súbditos.

«El Reverendo Jones», dice Milk en la carta al presidente, «es sobradamente conocido entre las minorías de aquí y de todas partes como un hombre del más elevado carácter que ha organizado soluciones constructivas que han sido de sorprendente eficacia para los problemas sociales«.

El 18 de noviembre de 1978, Jones dió de beber o inyectó mosto mezclado con cianuro a todos los fieles de su «proyecto agrícola comunista» —al menos a 70 personas que se negaron, las mataron a tiros sus guardias pretorianos—. Nueve días más tarde, un concejal que se sentía agraviado por Milk y Moscone los asesinó con cuatro y cinco balas de punta hueca.

La figura de Milk, al que pretendieron honrar hace unos meses rebautizando con su nombre el aeropuerto de San Francisco —la moción no fue aceptada por el ayuntamiento—, es celosamente custodiada por una fundación. Obama concedió en en 2009 al concejal-modelo la Medalla Presidencial de la Libertad, la más alta distinción civil de los EE UU. El mandatario dijo en el acto que Milk había sido un «agente del cambio».

Del rastro de Jim Jones en la ciudad en la que tenía tan notables compadres sólo queda el dolor de las muchas familias, casi todas muy pobres, que perdieron algún ser querido en la masacre de Guyana. Nadie les ha compensado nunca económicamente. Los sucesores de Moscone y Milk tampoco les pidieron perdón por la complicidad política de sus predecesores en el ayuntamiento.

Toda la documentación oficial sobre el Templo del Pueblo permanece clasificada bajo secreto pese a que ha sido solicitada oficialmente al Gobierno de los EE UU por investigadores, periodistas e historiadores.

[Escrito para Distrito Latino – TVE]

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