Titular de prensa, 1933. «Negrata linchado en Texas: le arrancaron el corazón después de ser capturado por hombres armados». Otro de la misma época: «Cinco blancos llevan a un negrata al bosque. Lo matan, acusado de mezclarse con mujeres blancas».
El linchamiento arbitrario de negros era tan normal en ciertas zonas del sur de los EE UU (y nulo el castigo para los implicados) que los fotógrafos locales vieron el negocio: hacían fotos de los cadáveres colgantes y las vendían como recuerdo.
Algunas otras formas de aprovechamiento de la atrocidad eran más macabras: mutilaban los cuerpos y vendían el corazón, los órganos sexuales, los ojos, la lengua o trozos de ropa de los ahorcados.
La exposición Without Sanctuary: Lynching Photography in America (Sin refugio: la fotografía de linchamientos en los EE UU) documenta esta forma de violencia social, que fue practicada con impunidad durante los siglos XIX y XX y costó la vida a unas 5.000 personas de raza negra.
La muestra, organizada por el National Center for Civil and Human Rights (Centro Nacional para los Derechos Civiles y Humanos) ha salido de los EE UU por primera vez y está en cartel en la la galería Autograph ABP de Londres.
La colección constata una realidad brutal: los linchamientos eran un espectáculo de masas con la violencia y el crimen como centro de una festividad social. Los fotógrafos locales sacaban fotos de inmediato y las copiaban masivamente para venderlas con rapidez. En 1930 el precio medio de venta de cada copia era de medio dólar.
«En los primeros años del siglo XX, los linchamientos se convirtieron en una forma masiva y partipativa de entretenimiento. La fotografía contribuyó a comercializar esa tipo de celebración», afirman los organizadores de Without Sanctuary. Las fotos descubren un «horrendo legado» estadounidense que «en ocasiones se ha querido mantener escondido», añaden.
Los historiadores calculan que entre 1882 y 1968 unos 5.000 afroamericanos, casi todos hombres, fueron ahorcados por turbamultas en público y sin que mediase juicio previo. En ocasiones se les acusaba de cometer delitos, pero en otros casos se les achacaba que se habían portado de forma «insolente» con los blancos.
El coleccionista de fotografías James Allen ahonda en el papel de las personas que hicieron las fotos.: «Creo que los fotógrafos fueron algo más que despiertos espectadores de los linchamientos. La fotografía jugó un papel significativo para convertir el ritual de la tortura en una mercancía de souvenir. Como si sufriesen una maldición bíblica a través de las fotos que muestran el pecado colectivo, las víctimas, aún después de la muerte, no tienen refugio, están expuestas».
El director de la galería londinense Autograph ABP, Mark Sealy, dice en un ensayo sobre la exposición que «nadie que contemple las fotos de Without Sanctuary es inocente. Nosotros, como voyeurs, tenemos la capacidad de distinguir entre las perspectivas que ofrecen las imágnes. Parte de la culpa que evocan es que revelan nuestra capacidad de sentir placer con actos tan salvajes. Lo que las redime es que también sirven al espectador contemporáneo para acceder a actos de racismo sistemático, institucional y violento».
El National Center for Civil and Human Rights admite que las fotos son duras y que «muchas personas preferirían olvidar este capítulo de la historia», pero advierten que es necesario exhibirlas porque «la línea que separa la violencia de los derechos humanos es muy fina».
Una de las fotos de la exposición es la del linchamiento, en Marion, en Indiana, durante la noche del 7 de agosto de 1930, de Thomas Shipp y Abram Smith, detenidos la noche anterior bajo la acusación de robar y asesinar a un blanco y violar a su novia.
Los detenidos fueron sacados a martillazos del calabozo municipal y arrastrados hasta un árbol por una multitud de centenares de vecinos. En el camino les dieron una bestial paliza y los mutilaron. Shipp falleció a consecuencia de las heridas.
Entre la multitud están los cincuenta agentes de policía que vigilaban la cárcel. Algunos participaron en la agresión. Cuando los ahorcaron Smith forcejeó con el nudo de la soga. Bajaron el cuerpo, le partieron ambos brazos a golpes de martillo y volvieron a colgarlo.
El fotógrafo vendió miles de copias de la instantánea de los cuerpos linchados. En la multitud que los contempla hay de todo: niños, mujeres, ancianos…
El suceso sirvió de inspiración en 1937 a Abel Meeropol, un marxista de origen ruso y raza judía que se ganaba la vida como profesor aunque disfrutaba mucho más componiendo canciones, para componer Strange Fruit (Los árboles sureños cargan extraños frutos, / Sangre en las hojas y sangre en la raíz / Cuerpos negros se balancean en la brisa sureña /Extraños frutos penden de los tuliperos). La canción fue grabada en 1939 por Billie Holyday.
Otra entrada sobre linchamientos, fotografía y el blues Strange Fruit:
[Escrito para Artrend – 20 minutos]