«Enfermedades de corazón llamadas a filas»

01/07/2013
"Nostalgia"

«Nostalgia»

No tengo voz estos días, el ahogo me ha conquistado. Dejo que me invadan las visiones de REM, uno de los cuentos de Mircea Cartarescu:

Vimos una esclusa que se resquebrajaba en zigzag e impetuosos torrentes con renacuajos que inundaban los arrozales. Vimos a un viejo decapitar una langosta (…) Vimos a tres soldados abofeteando a una anciana y una casa envuelta en periódicos y una funeraria que dejaba una huella de sangre y a un guitarrista al que había mordido un lagarto. Vimos una mosca que luchaba con una araña y a un enfermo que sonreía a una mariposa. Vimos a un hombre perdido en una fábrica y a un sabio atado a una carretilla y a un lobo suspirando con tristeza. Y a una joven que se entregaba en una panadería de pueblo y una película proyectada al revés y un disco rayado por el cual se paseaba una mariquita (…) Vimos a unos ahorcados colgados de un sauce y mil ovejas sacrificadas a la orilla de una laguna, y a un campesino que comía riñones de perro con queso. Y un ciclotrón invadido por las chinches y un sombrero con la pluma pelada y los dos ojos azules, crédulos, de un leproso. Y un montón de termonucleares y una curtiduría de pieles de araña y a un adolescente enfrentándose a sus padres. Y un incendio que devoraba un depósito y un mar de hombres con la lengua cortada y una capilla en el paladar, entre las muelas. Y los tiburones fundando una hermandad (…) Vimos a un pueblo humillando a otros pueblos, un ejército luchando con un bisonte, la punta de una lanza dibujando una petunia. A un hombre desollado agonizando en una fosa de hielo, una oleada de sangre que barría municipios, un cuadrado mágico en la frente del actor. Vimos a un tirano tirando de la cadena en su trono, a un mequetrefe vomitando diamantes, un cadáver poniéndose en pie, a un doctor sacándose los ojos. Y tumbas abiertas y muertos en traje de camuflaje tintineando sobre los tanques, haciendo girar las palancas de los cañones desde los acorazados. Ejércitos huesudos disparando las bazucas, arrojando sobre las ciudades minas explosivas, botellas incendiarias, sábanas. Mariscales de campo de la carnicería cabalgando sobre ríos. Bidones de gasolina ardiendo en las tiendas de ultramarinos. Archivos de películas en llamas. Vendedores engangrenados, lecheras con herpes zoster. Pueblos con muletas, masas con los tímpanos reventados. Las trompetas al poder. Virus debajo de las banderas. Catedrales en ruinas, cardenales azules, esqueletos por todas partes. Enfermedades de corazón llamadas a filas. El cáncer como única fuente de energía. Ríos evaporados y la Muerte, la estrella implacable, pasando por el cuchillo incluso a los recién nacidos. Y una cruz de madera de cerezo en el Everest y, clavado sobre ella, Celsius, con una corona de espinas en la coronilla. Y bajo las plantas de sus pies llenas de sangre, una piel con quemaduras de séptimo grado, la Tierra (…) Vimos a la deidad del Terremoto bailando sobre Eurasia, a la deidad del Hielo devorando los Polos, a la deidad del Diluvio aplastando Japón con sus talones. Y el sombrío dios de las profundidades, Nife el vengativo, hizo oír de repente su voz de lava, levantó la corteza por los aires y evaporó el océano. Y las Marianas y las once mil vírgenes y todos los huracanes con nombre de mujer huían gritando, con las faldas en llamas, con el pelo quemado, con los pechos al aire, tropezando con las metrópolis. Y ríos de wólfram y ríos de iridio y fiordos de cromo y estuarios de indio y lagunas de estroncio y cascadas de platino y arroyos de cadmio y mares de cobre y golfos de cinc y océanos de hierro hervían a la vez, con su flora y fauna cegadoras. Y las estaciones del año, bajo lluvias de estrellas, bajo el granizo de los meteoritos. Y vimos al Sol fundiéndose con la Tierra y eclipses humeantes. Y el termómetro reventó y su mercurio cayó como una lágrima en el abismo que se abría a nuestros pies. Y entonces vimos cómo se encogían las estrellas, cómo se contraía el espacio, cómo envejecía la luz, cómo las fuerzas interactivas, las fuertes y las débiles, la fuerza gravitatoria y la electromagnética jugaban las cuatro al póker y jugaban a los dados con hipercubos. Cómo el tiempo practicaba una vergonzosa mismidad. Cómo el mundo se transformaba en una manzana, en una cereza, en un electrón, antes de desaparecer en el no-ser.

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