Robert Wyatt, el último agitador

30/11/2010
Robert Wyatt | foto: Alfie Wyatt

Robert Wyatt | foto: Alfie Wyatt

Reeditan los nueve discos del venerado músico inglés, hasta ahora dispersos y difíciles de encontrar. Desde una silla de ruedas Wyatt es capaz de achicharrar el jazz y licuar el pop.

Húmedo y extra terreno: nadie suena como él. Es moderno sin afectación: no te fijarías jamás en su aspecto de abuelo-con-taza-de-té. Además la música es demasiado penetrante, demasiado única, para observar al cantante, al hombre. Pero el hombre, y esas cosas siguen importando, nunca ha dejado de ser crítico con la atrocidad y los atroces. La silla de ruedas demuestra que no son los pies, sino los corazones, quienes caminan por el mundo.

Se llama Robert Wyatt y tiene edad (63) para ser tu abuelo. La discográfica Domino, hogar mercantil de nuevos y aparatosos trovadores (Franz Ferdinand, Artic Monkeys, The Kills), se ha hecho con la dispersa obra de Wyatt y solventa el agravio de su descatalogación con la reedición de toda su discografía como solista (9 álbumes).

Hippie de primera generación, Wyatt fundó en 1966 el grupo pivotal del rock progresivo británico, The Soft Machine y, cuando le expulsaron por canalla, montó Matching Mole, la banda central del sonido de Canterbury, lo más brillante que el Reino Unido ha dado al rock desde los Beatles. Ha tocado con Jimi Hendrix, Syd Barrett y Brian Eno pero viste ropa comprada en tiendas de beneficencia. Björk y Paul Weller le adoran pero él prefiere a Nat King Cole y Thelonious Monk.

Sabe volar y sumergirse pero es parapléjico desde 1973, cuando una borrachera absoluta le hizo caer de un cuarto piso durante una fiesta que organizaba Pink Floyd. Hasta entonces había sido el batería más loco del Reino Unido. Por consejo de su colega de parranda Keith Moon (también batería conThe Who, también alcohólico, muerto en 1978), utilizaba el combustible más eficaz para la destrucción: un trago de tequila y otro de whisky en un bucle eterno.

«¡Bang! y a otra cosa»
Tras la convalecencia y la parálisis, como si el accidente fuese una epifanía, Wyatt se convirtió en otra persona. Estremece escucharle resumir la mutación: “¡bang! y a otra cosa”. De no ser por la flojera física provocada por la curda, hubiese muerto.

Desde 1974, siempre de la mano de su mujer, la pintora Alfreda Benge, ejerce de artesano ensimismado. Es capaz de licuar el jazz o achicharrar el pop. Han llamado a su música ‘jazz confesional’ y ‘folk visionario’, pero ambas expresiones son puro lenguaje. La palabra genial, tantas veces utilizada como gratuita etiqueta, tiene con Wyatt la calidad seminal de adjetivo calificativo.

Con él no son válidos los estándares ni los caprichos: cantó baladas obreristas durante el señorío deleznable de Margaret Thatcher y ahora se avergüenza de ser inglés y cantar en el idioma que se ha convertido en “el latín” de los rituales del fracaso social y la explotación. Gracias a Wyatt muchos esnobs saben de la existencia de Pablo Milanés, Víctor Jara y Violeta Parra. Hasta la caida del Muro de Berlín militó en el Partido Comunista. Los marxistas, dice, le enseñaron a leer mientras otros aprendían como robar a sus semejantes.

Rock Bottom (1974)

Rock Bottom (1974)

Ruth Is Stranger Than Richard (1975)

Ruth Is Stranger Than Richard (1975)

Nothing Can Stop Us (1982)

Nothing Can Stop Us (1982)

Old Rottenhat (1985)

Old Rottenhat (1985)

EPS (1999)

EPS (1999)

Cuckooland (2003)

Cuckooland (2003)

Las flores de un jardinero

Rock Bottom (1974). Después de salir de un año de hospital y en silla de ruedas para siempre, una declaración de amor abisal y de luz ténue. Uno de los mejores discos de los años setenta. Ruth Is Stranger Than Richard (1975). Tras el viaje hacia adentro, la explosión. Wyatt emplea su voz como un jardinero experimental. Nothing Can Stop Us (1981). Desde la discográfica indie Rough Trade y contra el liberalismo sanguinario de la Thatcher. Canciones de revuelta interpretadas como si se tratase de nanas. Shipbuilding, escrita por Elvis Costello, es todavía el himno de resistencia de una generación, y nadie ha versioneado con tanta emoción Te recuerdo Amanda (Víctor Jara). Old Rottenhat (1985). Máxima economía de medios para una reflexión sobre la tristeza de los años del hedonismo. Shleep (1997). Inspirado por el insomnio que padece, el disco más radiante de Wyatt, que reune en el estudio a buenos amigos (Brian Eno, Phil Manzanera, Paul Weller…). EPS (1998). Recolección de singles y momentos estelares. Un buena primera vía de acercamiento. Cuckooland (2003). La última obra maestra. Un gesto revelador en mitad del disco: medio minuto de silencio para que el oyente ponga la tetera al fuego.

[Esta pieza fue publicada en el diario 20 minutos el30 de octubre de 2008. Consulta la versión completa en PDF]

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3 Responses to Robert Wyatt, el último agitador

  1. […] en la música: en su iPod pueden sonar Portishead, Louis Sclavis, Miles Davis y, sobre todo, Robert Wyatt, un creador al que admira más que a ningún otro («es un extraordinario cantante y compositor y […]

  2. gaby on 11/03/2014 at 20:52

    La onda expansiva del creativo …! Me supera Don ! Gracias

  3. […] músico Robert Wyatt se declaraba labrador de jardines embrollados en una entrevista que le hizo para El País en 2007 […]

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