Los años de la ‘dolce vita’

02/03/2014
Arturo Zavattini, director de fotografía de Fellini, retrató al actor  Marcello Mastroianni en el set de rodaje de "La dolce vita" (Solares Fondazione delle Arti)

Arturo Zavattini, director de fotografía de Fellini, retrató al actor Marcello Mastroianni en el set de rodaje de «La dolce vita» (Solares Fondazione delle Arti)

La dolce vita (vida dulce) —un término de uno de los cantos de la Divinna Comedia de Dante sobre la vía de redención cristiana: «L’esperîenza di questa dolce vita e dell’ oposta» («La experiencia de esta dulce vida y de la opuesta»)— no fue sólo el título elegido en 1960 por el director Federico Fellini para una de sus más inolvidables y premiadas —Palma de Oro de Cannes y varias nominaciones al Oscar— películas: La dolce vita, la historia de siete mañanas y siete noches en la vida desordenada e intensa de un fotógrafo de celebridades. La expresión se aplica también a una década, más o menos entre 1955 y 1965, en la que Roma se convirtió en el centro del mundo del cine y fue el escenario de su estilo de vida despreocupado y hedonista.

La exposiciónThe Years of la Dolce Vita (Los años de la ‘dolce vita’) presenta la época con una colección espectacular de fotos sobre la parranda sin fin en la capital italiana durante la edad de oro de los estudios de cine Cinecittá, al que empezaron a trasladarse los rodajes de muchas superproducciones de Hollywood porque los costes eran menores y la calidad de los técnicos italianos competía con la que podían ofrecer los de los EE UU porque en el país mediterráneo se estaba produciendo la eclosión del neorrealismo, una de las corrientes más fértiles y novedosas del cine posterior a la II Guerra Mundial. Fellini no era una excepción: sus compañeros de generación Michelangelo Antonioni, Pier Paolo Pasolini, Vittorio De Sica, Luchinbo Visconti y Roberto Rosselinni estaban dejando con la boca abierta a los grandes directores del otro lado del océano.

Italia había mejorado sus condiciones de vida e infraestructuras: se construían edificios de apartamentos —funcionales aunque feos y anónimos— para acoger la emigración creciente de los campesionos hacia las grandes ciudades, se fabricaban coches económicos y familiares al alcance de los trabajadores —el primer Fiat 600 salió de fábrica en 1955 y costaba 590.000 liras (equivalentes a 6.700 euros de hoy)— y sólo el 10% de la población era incapaz de leer y escribir —un porcentaje que llegaba casi al 40 antes de la guerra—. El país, una mezcla de viejo y nuevo, renacía y, aunque las diferencias entre el norte rico y el sur pobre eran dramáticas, como lo siguen siendo, había entusiasmo en el ambiente. Incluso el Vaticano, tras una época oscura de colaboración con el fascismo, se mostraba más tolerante y en consonancia con la sociedad.

Los productores de cine vieron la opportunidad y la aprovecharon: la mano de obra era barata, Italia era un destino al que no se negaban a viajar las grandes estrellas, la comida y el vino eran deliciosos y Roma, gracias a un sueño imperial de Musolini que había salido mal, tenía unos estudios de 600.000 metros cuadrados a sólo nueve kilómetros del centro de la ciudad. Aunque estaban en decadencia, las productoras estadounidenses invirtieron algo de dinero y convirtieron Cinecitá en «la Hollywood sul Tevere» («Hollywood sobre el Tíber»). Los rodajes de Quo vadis (1949), Ben Hur (1959) y Cleopatra (1963) llenaron Roma de primeras figuras de la pantalla.

Observador social y cronista de costumbres con un sentido desarrolladísimo de la irrealidad que converge con la realidad en la vida de los hombres (y en el latido de las ciudades), Fellini contó la historia de aquellos años en La dolce vita, donde el reportero de chismes Marcello, interpretado por Marcello Mastroianni, es víctimade su falta de compromiso y banalidad, que oculta con un fracasado deseo de convertirse en novelista.

La película, que fue muy criticada por el Vaticano por indecente —en España fue peor: no se pudo proyectar en cines hasta la muerte de Franco—, tiene una atmósfera de sueño y está poblada por los seres celestiales que participaban en las cuchipandas de los clubes de Via Veneto y en las posteriores fisetas u orgías de los palacetes. Incluye una de las escenas más líricas de la historia del cine, el baño en la Fontana de Trevi de Silvia (Anita Ekberg) y patenta la expresión paparazzo (fisgón, en plural: paparazzi) para denominar, con carácter despectivo, a los fotógrafos que salen de noche a la caza de estrellas o famosos.

The Years of la Dolce Vita muestra la dolce vita real con ochenta fotografías que serán expuestas en la Estorick Collection, el centro de exposiciones de Londres dedicado al arte italiano, entre el 30 de abril y el 29 de junio. En las imágenes, en las que aparecen, entre otros actores, John Wayne, Lauren Bacall, Liz Taylor, Sophia Loren, Alain Delon, Kirk Douglas, Audrey Hepburn y Rock Hudson, queda claro que las noches de Roma se convertían en sets de cine al aire libre donde se divertían y excedían algunos de los hombres y mujeres más irresistibles del mundo.

El grueso de la exposición está firmado por Marcello Geppetti (1933-1998), a quien Fellini rindió homenaje en la película, que fue uno de los fotógrafos más famosos de las noches romanas, sobre todo por la cantidad de fotos que hacía —al morir dejó un archivo de más de un millón de negativos— y la rapidez de su mirada. Desplazándose por la ciudad en una moto —como el personaje de Mastroianni en el film—, Geppetti había trabajado en agencias de prensa antes de dedicarse a ir por libre buscando las fiestas sin fin de la dolce vita.

La Algunas de las fotos demuestran su buen tino para buscar lo extraordinario: Liz Taylor paseando por Cinecittá vestida de Cleopatra, o la misma actriz besando con pasión a su marido, Richard Burton, sobre la cubierta de un yate de recreo, y ponen de manifiesto que hay algo de razón en los críticos que han llamado a Geppetti «el fotógrafo más infravalorado de la historia».

La muestra también presenta imágenes del rodaje de La dolce vita tomadas durante momentos de descanso por Arturo Zavattinni, el camarógrafo de confianza de Fellini, y de otros paparazzi de la época como Rino Barillari y Felice Quinto. Como se desprende de las fotos, las celebridades también consideraban entonces como intrusivo el comportamiento de los paparazzi: en una de las fotos de Geppetti, el actor Franco Nero agrede a Rino Barillari, mientras que otra muestra a Anita Ekberg atacando al fotógrafo.

«Revelando la vida pública, profesional y privada de algunos de los actores y actrices más célebres de la industria cinematográfica,The Years of la Dolce Vita no sólo proporciona un retrato sincero y evocador de una era notable por su extraordinaria vitalidad, sino que también presenta una selección de imágenes que, para bien o para mal, ayudaron a cambiar para siempre el estilo del fotoperiodismo», dicen los organizadores de la exposición.

[Escrito para Artrend – 20 minutos]

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