Cansado de otro día sin tono, carente de impulsos, pero desearías la falta de impulsos absoluta: la quietud en blanco de las técnicas simples (si es que la constancia y la entrega lo son) de vaciarse en una cañería, cerrar los ojos, tocar con la punta de la lengua la parte posterior de los dientes, aflojarse con naturalidad, cayendo (y callando) en los brazos suaves y perennes del aire que expiras, dejar de pensar, intentarlo, asistir al cine de nubes de las ideas, tan estúpidas, tan engreidas, tan débiles, y vivir sin ellas, pasear sin norte, dejar de tener idioma, meterte en la ropa como en los años…
Acercándote sin saber, deseando ser necio.
Ahora, en otro día, de nuevo la alianza de síntomas que tan bien conoces: el asco (no existencial, no es de tanta altura, sólo simple asco de faringe y estómago), la angustia, el mareo.